La horrible edición

Hemingway

Hemingway

Sin duda, para mi la tarea más difícil al escribir es editar el texto. Me parece un proceso complicado, complejo, difícil… Es mucho más fácil dejar correr las ideas y tratar de seguirles el paso; dejar correr las palabras; probar una u otra variante e intentar versiones distintas de la misma idea y decidir con cuál te quedas. Eso es más fácil que el proceso final de decir «este texto está concluido».

Según algunos, cometo el error de repetir las cosas una y otra vez, aunque sea de otra forma. Yo siento que repetirse no necesariamente es mala idea: a ratos, repetirse ayuda machacar el punto que quieres que el lector conozca, y si bien puede parecer muy repetitivo también puede servir para dejar clara la idea central. Sin embargo, eso es fundamental en un texto de corte práctico o de «cómo hacer», pero estorba en un texto de divertimento.

Hace poco me topé una novela que repite y repite y repite lo mismo: cada 5 páginas copiaba prácticamente el texto de una media página, con las mismas palabras, idénticas, una y otra vez. Alega que es una respuesta mecánica de un personaje que tiene obsesiones, pero debo señalar que  se volvía especie de truco para alargar la historia sin decir nada: cómo si al usar ese recurso pudiera agregarle unas veinte o treinta páginas al texto para que se viera «más gordito» y se vendiera mejor. Pero para poco más servía.

Una cosa que me molesta al editar es descubrir los propios errores: aquella palabra en la que te equivocaste en la ortografía o, peor aún, en la escritura; aquella frase que podía ser de otra forma o cuando en dos renglones contiguos repites 5 veces la misma palabra -sin percatarte- y se vuelve un texto de baja calidad.

Claro que hay veces que quiero repetir la idea cual si fuera un trabalenguas o para dar un efecto de sonido como de eco. O por los juegos de palabras resultantes (Era el meme de un nene que no podía hacer la meme… ¡pobre bebé!). Pero pocos en realidad intentamos hacer eso intencionalmente: simplemente nos pasa por descuido o por error y tus ojos tiene que encontrar esas fallas y tratar de corregirlo, lo que no siempre logras.

Me molesta el trabajo de edición porque implica ir con las tijeras de podar y recortando lo que ya has hecho, sabiendo que si se te va un error puede destruir la imagen completa del árbol qué tanto tiempo has tratado de desarrollar de la mejor manera. Esa rama sobresaliente puede ser un estorbo, puede golpear a alguien o simplemente dañar la estética del texto. Pero recortar de más puede dejar notoriamente incompleto tu ideal de árbol o de texto, da igual. Esto es un bonsai y debe quedar hermoso.

Es muy complicada la visión sobre la correcta edición. Tengo amigos que tienen que entregar textos de 15 páginas y para ello escriben 30; luego empiezan a borrar y tachar párrafos que no debían estar allí en primer lugar. Posteriormente, batallan y sufren: porque todo lo que pusieron les parece realmente importante. No me gusta sufrir así: pocas veces me doy más de 10% de margen sobre los límites de textos.

Un ejercicio muy obsesivo -si quiere ver así- es el de ajustar los textos a la longitud exacta que me pida mi editor. Por decir, en un texto de 5,000 caracteres tienen que ser 5,000 caracteres exactos, ni más ni menos. Eso implica, a veces, agregar banderillas o cambiar palabras por sinónimos más largos o más cortos, pero es una preciosidad encontrar el texto con precisión exacta y me parece un logro destacable, aunque a veces no pueda presumirse en público o deje un par de párrafos flojos.

Por lo mismo, les confieso que me gusta partir las manzanas con un «cuchillo para manzanas»: un dispositivo redondo que deja 8 gajos perfectamente simétricos y el corazón circular aparte. Creo que la simetría es parte de la belleza y, además de comer la fruta por nutritiva y saborsa, al tener idénticos y  simétricos hace una comida aún más bella. Y si eso hago con una manzana, ¡imagínate cómo me gusta trabajar mis textos!

Pero sí reconozco que la edición es la parte que más trabajo me cuesta, porque es la que hace que un texto sea profesional; fallar en ello es lo que causa que una película te parezca muy larga o muy corta, o bien ser perfectamente adecuada para mantener el suspenso y contar la historia.

Una edición pulida es la que distingue a un profesional de un amateur. No es fácil y es la parte que hay que hacer al final, y ni modo: hay que hacerla bien porque, insisto, es la calidad del texto final la que se nota y a la vez debe hacerse de tal forma que no por respetar las reglas quede un texto anodino e irrelevante. Debe notarse tu propio estilo; tu huella debe estar ahí, lo suficientemente visible para que se note y no tanto para que parezca que viola todas las reglas de sintaxis y gramática. Yo reconozco que la edición es la parte más difícil de escribir y la que me ha detenido más proyectos…  porque nunca estoy totalmente convencido de que el texto concluido está terminado.

Si la escritura es pasión desbordada, la edición es la razón que le da sentido y orden. Son ambas necesarias, y hay un momento para cada cosa. Por todo ello, les recuerdo el inmortal consejo de Ernest Hemingway:

Consejo de Hemingway

Un comentario

  1. antes de editar "En algún sitio de la Mancha, donde ni vuestra madre quereís acordarse".
    después de editar "En algún lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme".

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