Retos

¡Vamos...!

¡Vamos…!

Un deporte que practiqué por mucho,mucho tiempo fue el montañismo. Y estos días me vino a la mente todos los hábitos y actitudes que desarrollé en ello. Y vienen a colación cada vez que me toca enfrentar un reto, enfrentar un desafío o encarar una dificultad. Y de ello quiero contarles hoy, precisamente porque nos toca encarar un par de retos nuevos y al buscar cómo hacerlo reflexioné en ello.

Ante todo, consideren el deporte del montañismo comparado con otros: no hay jueces ni árbitros. No hay límites al campo o reglas por seguir. Al menos, no reglas escritas como en otros deportes («…si el balón pasa la línea del fondo entre la meta es gol, si pasa por otra parte que no sea la meta, pero lo lanza el equipo…») Y, curiosamente, no hay patrocinios -al menos, no los hay como en otros deportes- que patrocinen un evento masivo. Tal vez porque tampoco hay gradas, estadios o público.

El montañismo:

  • Es un reto de confrontarse uno mismo. De vencer un reto por el hecho mismo de que «allí está» y se puede hacer. No hay un rival a cual vencer, sino a uno mismo.
  • Hay dificultades, y muy serias. Incluso, se pone en peligro la vida. Por tanto, no es fácil pero… es posible. Y se trata de demostrar que es posible.
  • Obliga a que las reglas no escritas deben seguirse al pie de la letra. Cuidar el sendero. Alertar si hay peligros a otras personas. Arriesgarse junto a ellos. No dejar a nadie atrás a su suerte. En el caso extremo de un escalador, si hay peligro, sacrificarse por los otros -al grado de cortar la cuerda si tu caída salva a los demás-.
  • No hay medallas, premios o récords. Es decir, tal vez si los hay -el primero en lograr cierta cumbre; el que ascendió más rápido-, pero el verdadero reto y la verdadera demostración es ante uno mismo. No ante el juez, el público o el reto.
  • Padeces hambre, sed, cansancio y frío; por ello, debes administrar muy bien tus recursos: cuándo beber, cuando comer, cuándo descansar y cuándo taparte. Porque si se acaba el agua o arrecia el frío, y ya usaste lo que tenías, te quedan pocas opciones.
  • ¿Y cuál es el premio, además del orgullo de llegar? El ver cosas que la mayoría no pueden ver. El conocer la cumbre y lo que puede verse desde allí. Nada más, y nada menos.

¿Cómo aplicamos eso a la vida diaria, y particularmente al trabajo? Primero, reconociendo que el principal reto es con uno mismo. Nadie hará lo que no hagas por ti. Luego, asumiendo que vas con un equipo y debes cuidarlo. Solo no vas a llegar muy lejos, aunque tal vez llegues primero o llegues más fácil. Administra muy bien tus recursos -monetarios, humanos o materiales- porque en realidad no sabes cuándo se acabarán y cuándo habrá más. Y por ello debes cuidarlos.

¿Y los premios? La satisfacción de un trabajo bien hecho suele bastar. Pero si eso no basta, sólo recuerda que el hecho de hacer lo que nadie más hace, y lograr lo que pocos se atreven, puede ser en si mismo una gran recompensa. ¿Estás listo para asumir un reto?

Imagen de hoy por Mani Babbar Photography via Compfight

Comentarios cerrados.