Rey León: revisitando los clásicos

Rey León

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Este fin de semana me tocó ver con mis hijos nuevamente «El Rey León», la película que hizo Disney y estrenó en 1994 en el cine y que llevó a una adaptación a teatro en Broadway en 1997 -ahora en cartelera en México-. Y si, ver nuevamente un «clásico» de la animación y el cine musical me llevó a pensar algunas reflexiones tanto sobre la película como sobre los «clásicos», qué son y cómo llegan a este estatus. Porque sin duda esta película alcanzó ese nivel y permeó hacia la cultura popular más de veinte años después de presentada por primera vez.

Rey León: La película de Disney

Muchos hemos visto la película de Disney «El Rey León»: un cachorro de león desobediente que huye del reino tras pensar que ha matado a su padre, cuándo el responsable es su tío que asciende al trono ante la falta del rey y del heredero. Vive una juventud hippie, sin preocupaciones -o como lo cantan «Hakuna Matata»-. Se reencuentra con una amiga de su infancia, quien caza fuera de su territorio natural porque «no hay comida allí» y decide regresar y enfrentarse a su tío, volver al reino y asumir su responsabilidad, esto tras reencontrarse con una visión de su padre muerto. Por supuesto, termina como empieza: el rey presenta a su recién nacido heredero, pero una generación adelante.

La película fue un hito en su tiempo por tres razones: era la primera vez que Disney ponía una muerte en pantalla en una película para niños -en Bambi sabemos que cazan a la mamá, pero no la vemos morir en escena-. El logro técnico que implicó recrear las selvas y sabanas africanas con tal precisión, al grado que llevaron a varios miembros del equipo a Kenya para «documentarse». Y tercero, por la música: con Tim Rice y Elton John lograron canciones verdaderamente memorables, incluso ganando el Oscar por ello. «Hakuna Matata», «El círculo de la vida» y «Hay amor en el aire esta noche» permanecen en nuestra memoria.

Cabe destacar que fue el primer musical de Disney en que no hicieron coreografías tipo «Fantasía»,  en que cucharas, cuchillos, animalitos y animalotes hacen giros geométricos. O tampoco se salieron mucho de los escenarios y contextos de cada canción. Aunque si, cantan con «seguidores» de luz en plena selva… En fin, libertad creativa que le llaman.

Permanecer en la memoria de tantas generaciones la hace un clásico, sin duda. Porque, seamos realistas, una película estrenada hace más de veinte años y que se siga viendo -y parezca «fresca»- no es sencillo. Piensen en las miles de películas que se han hecho y que incluso fueron famosas en su momento, pero que hoy sólo son referencia para pequeños grupos de expertos.

Rey León: El antecedente Shakespereano

Pero la película fue una adaptación de otro clásico: «Hamlet» de William Shakespeare. Claro que allí el príncipe heredero no canta «Hakuna Matata», sino que recita «Ser o no ser. He allí el dilema» con el cráneo de su padre en la mano, muerto por su tío que pretendía hurtar el trono. Total, que la idea no es totalmente nueva, aunque hay que reconocer que es una adaptación tan libre que podría considerarse original.

Sucede que Shakespeare tampoco era un genio creativo. La mayor parte de sus trabajos consistía en recuperar historias previamente existentes, por ejemplo, vidas de reyes ingleses o clásicos como las familias divididas en ciudades de Italia (país que, por cierto, no existirá como tal sino hasta el siglo XIX, por lo que eran pequeños principados divididos y en pugnas constantes entre si), que darán pie a «Romeo y Julieta». De hecho, su obra más «creativa» u «original», «Sueño de una noche de verano» tiene elementos previamente presentes en la tradición popular.

¿Cuál fue su mérito? Primero, ser el primer autor que escribía con reconocimiento «de marca». Es decir, antes de él las historias existían, pero eran «tradición popular», contada de boca en boca y sin atribución de autor. Pero vivió en una época en que Inglaterra requería la creación de una identidad nacional distintiva y separada del catolicismo. Por ello la reina Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, quien nunca se casó buscó lo mismo ampliar el poder naval que la identidad cultural así como la religión anglicana. Y en ese contexto apoyó a Shakespeare tanto para crear su teatro «El Globo» como para escribir algunas de sus obras. Es decir, vivió en el momento adecuado. También cuenta para su éxito que es el primer autor que escribía en inglés «moderno», digamos que ya distanciado del latín culto o del inglés popular. Así, al ser el primero en escribir en esa lengua culta para consumo popular generó un público masivo. Y por último, la alta calidad de sus textos, la forma de versos yámbicos y poder hacer tantas rimas.

Incluso hay quien dice que en realidad «William Shakespeare» es un nombre de pluma para muchos autores que publicaron con ese mismo seudónimo. Lo notable es que casi cinco siglos después, sus obras se siguen leyendo y son ampliamente conocidas… incluso por quienes no lo han leído.

Rey León: ¿Qué nos dice hoy?

Al final, la película nos dejó un grato sabor de boca -y un par de apodos, ya que me consideraron mis pequeños muy parecido a Pumba el jabalí-, nos quedamos repitiendo el coro de Hakuna Matata incluso hoy que se nos hacía tarde para llegar a la escuela -aunque al final si entramos a tiempo-, y tenemos ganas de ir a  ver el musical en Teatro. Y si, nos quedamos con la sensación de que vimos un gran clásico de nuestros tiempos.

Por ello, hoy los dejo con «Hakuna Matata», todo un himno al desapego, la tranquilidad y el deleite por la vida «como viene», sin preocupaciones. Disfruten su día… «sin preocupaciones».

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Imagen de hoy Long Road Photography (formerly Aff) via Compfight

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