Rompiendo tratos

¿Trato? Intento...

¿Trato? Intento…

Hay cosas que, si bien son comunes y a casi todos nos han pasado, no dejan de ser incómodas y desagradables. Y pocas lo son más que tener un trato que considerabas firme, y que no se logra cumplir porque la contraparte «se rajó», sin siquiera avisarte. También se puede alegar que «lo entendió de distinta forma, y al pensar que no cumpliste, lo rompió». Pero para eso hay teléfonos, correos y otras formas de comunicación tan comunes hoy en día. Y recientemente nos pasó algo así. Por supuesto, es algo incómodo, desagradable y que puede amargarte el día o un tramo más largo de la vida. Pero, al final, te sobrepones.

Después de haber dedicado casi un mes a buscar cierta cosa que necesitaba, hace quince días cerré el trato. Y se acordó pagar una parte esa semana, y el resto contra la entrega, dos semanas después. Pues nada, que ayer que paso a recoger el objeto del trato, la contraparte había dispuesto de él, entregándolo a alguien que «pagó todo de contado». Uno de los alegatos fue que «no había depositado», argumento falaz que evidentemente se cayó al mostrar la ficha bancaria. Resulta que la contraparte abonó a favor de su nuevo comprador mi anticipo, y consideró que yo no había cumplido mi parte del trato. Habrá que ver…

Total, que lo que había buscado con tiempo y paciencia tuvo que resolverse de golpe y porrazo. La solución fue distinta a la originalmente contratada -obvio, con proveedor distinto- y tal vez hasta mejor, pero lo cierto es que la molestia e incertidumbre no ayuda.

Para colmo, no era algo que me afectara solamente a mi, sino a toda la familia. Cuando mis hijos me ven tan triste y enojado, la pregunta obligada fue –«¿Y por qué estás enojado?» -«Porque rompieron el trato». -«¿Y por qué rompieron el trato?» -«Porque hay gente así». -«¿O sea que nunca debo confiar en la gente?». Y ahí te paras y preguntas, ¿qué contesto?

Un cierto dejo de desconfianza es necesario. No se puede ir totalmente optimista por el mundo, y no esperar desaguisados como el que les cuento. Pero vivir en la total desconfianza en nada abona. Total, es un balance. Por lo pronto, ya me quedó claro que la próxima vez no debo decir «¿Tenemos un trato?» a menos que espere que me respondan «Eso intento… un trato». En fin. Otra lección de vida de la escuela de los golpes duros. Y si, a veces es mejor actuar a la desesperada que planear todo: al menos, duele menos que las cosas no salgan como se planearon. En fin..
Imagen de hoy, por Potyike via Compfight

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