El octavo es el décimo

Julio, el responsable

Julio, el responsable

Muchas veces las cosas cotidianas se nos pierden de vista porque están presentes cotidianamente… valga la redundancia. Supongo que para un pez, definir la naturaleza del agua debe ser particularmente difícil: es la totalidad de su entorno, y los escasos momentos en que puede salir de ella no puede entender lo que pasa. Me imagino que el pez hablaría de una experiencia mística o algo parecido.

Hoy nos pasó una tontería, pero reveladora. Alguien me preguntó la fecha y le dije «es el octavo día del octavo mes. El ocho del ocho, que bonito». Me dijo: «no… es el décimo. Es octubre». Alegué a mi favor: «por eso… Octubre es el octavo». Y ahí, de repente, un momento «ajá».

 

En realidad, en el calendario romano original, planteado por Rómulo, su primer rey, los meses eran: Martius, en honor a Marte; Aprilis, dedicado a Venus (por su nombre en atrusco); Maius, para venerar a los mayores (o a Maya, madre de Mercurio, según diversas fuentes); Lunius, consagrado a Juno; Quintilius, el quinto mes; Sextilis; sexto mes; September, séptimo mes; October, octavo mes; November, noveno mes; December, décimo mes. Es decir, en estricto sentido, tenía yo la razón: Octubre es el octavo mes.

El Rey Numa Pumpllio realizó una reforma calendárica, agregando dos meses al final del año: Ianuarios, en honor a Jano (nuestro enero); y Februaruis, en honor a Febbo (o Plutón), en dónde debía realizarse una ceremonia de purificación para empezar el año en Martius (marzo).

Años después, ya en el periodo de la roma imperial, Quintilius pasó a nombrarse Julius en honor a Julio César, el primer césar y que había nacido en ese mes, y Sextilis se cambió a Augustus, en honor a otro césar, Octavio Augusto. Con eso, quedan conformados los nombres del calendario actual.

El cambio del inicio del año de Marzo a Enero se hizo ya en la época cristiana, para aproximarlo lo más posible a la Navidad. Es por todo esto que nuestro décimo mes se llama, en realidad, «El Octavo». En fin, un hecho cotidiano con unos 2,764 años de vigencia (pues Roma y su calendario empezaron en 753 a.C.).

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