No quería decir «feliz año 2022» de manera convencional. A final de cuentas, a lo largo de los muchos años que llevamos por acá he insistido en que los calendarios son creación humana. Y, por lo mismo, a la naturaleza le da igual. Es a nosotros a quienes nos importa y nos parece simbólico tener propósitos de año nuevo. Aunque lo mejor es no hacerlos.
Porque eso sí: pocas cosas descorazonan más como pretender cambios radicales solo porque ha cambiado el año en el calendario, en vez de entender que lo ideal es tener nuevos hábitos a fuerza de repetir una y otra vez cosas importantes cada día. Así si es posible alcanzar las metas.
2022: vivir a tope…
Algo me dejó el cierre de 2021: fue la demostración de que, con dedicación y constancia, se pueden lograr cosas importantes. Una de las condiciones es no tener miedo a comprometerse con lo que se tiene que hacer. Y decidirse a hacer los cambios. Les contaba en la entrada anterior que, tras meses de movilidad limitada, van más de 5,500 kilómetros manejados en poco menos de tres meses. Y los que faltan…
Pero no ha sido el único cambio. Esos hábitos nuevos -salir más por trabajo- han venido aparejados con «malos hábitos», tales como dejar de hacer ejercicio o vigilar menos la dieta. Tales cosas presentan un costo: en particular, la subida de peso y deterioro de mi salud. Sí, estoy más gordo y más enfermo que hace tres meses; ciertamente, aún disto de mi peso más alto o de mi punto de mayor enfermedad.
Algo tengo claro: para vivir en 2022 a tope, tengo que retomar hábitos que había dejado -o cambiar algunos otros-. Por ejemplo, el de juntar un número mínimo de pasos. Y si no logro hacerlos por la inseguridad o los obstáculos físicos que hay, debo encontrar maneras. Por ejemplo, dónde salía a caminar hay «puestos de artículos de temporada». Confío que el 8 de enero los quiten. Pero si no… tendré que buscar alternativas. Porque «vivir a tope» y tenerlo todo es posible. Si pones atención e intención en ello.
¿Vamos todos juntos?
Y una de las cosas que tengo que recuperar es el hábito de escribir. Aquí. En las novelas. O en otros blogs. En artículos para revistas o periódicos. Y, por supuesto, el de leer más. Meditar. Medir peso, presión y azúcar -porque «lo que no mides, no se puede mejorar», según varios clásicos de la administración-.
Por ejemplo, llegaron las estadísticas de los programas de estudio de idiomas (Duolingo) o del servicio de audiolibros (Blinkist). En ambos estoy entre el top 3% de usuarios en el mundo. Y en ambos dejé de usarlo -o disminuí el uso- estos últimos meses. Pero no es lo mismo «repasar una lección básica» de dos minutos de francés para mantener mi racha de más de 480 días consecutivos, que estudiar una lección nueva de alemán avanzado por 15 minutos. O poner el resumen de un libro mientras me baño -sin escucharlo realmente, más como música de fondo- a concentrarme en el libro… aunque sea durante la ducha. Vaya, hacerlo con intención o poner «play» e ignorarlo.
En fin. Que si se trata de este 2022 vivir a tope, tengo que hacer los buenos hábitos nuevamente y de forma consciente. Y la mejor manera de hacerlo así, es hacerlo en equipo. Por eso les propongo a algunos de ustedes que nos hagamos el hábito de hacer cosas buenas por nosotros mismos… Y ayudar a otros a lograr sus metas. Y ya les diré mi propuesta. Creo que es buena. Estén pendientes porque, por su naturaleza, es de cupo limitado. Pero valdrá el esfuerzo, sospecho.
Y por cierto… Esas tareas importantes pero abandonadas incluyen escribir en el blog. ¿Y si me acompañan haciéndose el hábito de leerlo? Porque sin duda saber que hay lectores que lo esperan con regularidad es un factor clave para seguir publicando de la misma manera: frecuentemente y con calidad. ¿Se apuntan?
Imagen de hoy: Marcel Eberle en Pexels.com