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Hace tiempo que los ciudadanos no ven al Presidente de la República como lo que es, la más alta institución del poder ejecutivo federal, un representante del país encargado de la conducción del gobierno federal y claro está, una figura a la cual se le debe respeto.
En los últimos doce años (si, los dos sexenios panistas en México) la figura del Presidente de la República ha sufrido una serie de reveses y dicterios dignos de querer mejor desaparecer un cargo así.
¿Quién no recuerda la hondonada de burlas que provocaba Vicente Fox? o la polémica desatada en las urnas en el 2006 y que aún muchos ciudadanos en el país siguen diciendo y creyendo que Felipe Calderón llegó a los pinos como producto de un fraude.
La llegada de Enrique Peña Nieto no viene mucho a ayudar a que la institución del Presidente de la República mejore entre la aceptación de los ciudadanos, ya que en penosos y lamentables episodios, el propio Enrique Peña Nieto tuvo desatinos que mostraron su incapacidad para responder con lógica y claro está, de manera asertiva cosas tan comunes como los tres libros preferidos o quizá, los valores de productos en la canasta básica del mexicano promedio.
Quizá el regreso del PRI sea la recomposición de la figura del Presidente de la República, haya usted o no votado por Enrique Peña Nieto. Esta recomposición no debe estar basada en la coerción a la libertad de expresión o quizá, la manipulación de medios de comunicación, sino en hechos que hagan que el titular del ejecutivo sea alguien respetable.
La educación de nosotros los mexicanos, en ocasiones deja mucho que desear, ya que tratamos a los demás (sea quien sea) de una forma que simplemente no toleraríamos fuera la forma en que nos trataran.
Somos los propios ciudadanos quienes hemos ensuciado y claro está, demeritando mucho la figura del Presidente de la República, debemos tener un Presidente fuerte y que proyecte lo que somos, una nación fuerte y creciente en el concierto de naciones del mundo… aunque muchos deseen lo contrario.