En la entrada anterior les decía que había llegado a un resultado incómodo tras la introspección que provocaron las frases famosas del Quijote: Estoy en pecado y requiero su absolución. O algo parecido.
Dentro de los ritos de la Iglesia Católica, uno que me gusta bastante es precisamente lo que ocurre al final de la confesión: el sacerdote, tras hacerte una breve homilía y reflexión y tras imponer una penitencia, te da la absolución: «Yo te perdono de tus pecados…». Y sales descargado de ese peso moral.
Es algo parecido a lo que más adelante harán los psicólogos, con algunas diferencias: la sesión es más corta, hay un conjunto de reglas básicas con las cuales evaluarte (los 10 mandamientos y algunas más), vas al grano, confiesas «con arrepentimiento sincero» y al final te dan el perdón. Bien llevada, funciona bien y descarga tu conciencia.
Steven Colbert, el presentador de un Late Show en EE.UU. y católico practicante tiene una sección en que le pide absolución a su público… por cosas que técnicamente no son pecados, pero le hacen sentir mal. Formalmente, el público no puede darle la absolución (porque no es un sacerdote), pero los pecados tampoco son pecados. (De hecho, suelen ser muy graciosos como pueden ver en esta liga a YouTube).
Pido su absolución
Pues siguiendo un poco con esa lógica, les pido su perdón… a mis no-pecados. Y si bien no rompen con las reglas preestablecidas y aceptadas por la iglesia, creo que sí son cosas que están mal:
- A veces no digo cosas que me molestan para no hacer enojar a mi contraparte. Pero me quedo ese enojo guardado y después, en otro momento, lo reclamo.
- Muchas veces dejo de hacer cosas por disciplina, aunque me lamento del tiempo perdido posteriormente. «Debí hacer lo correcto».
- No bebo más o me concedo más placeres porque «no es lo que se espera que haga», aunque técnicamente no está mal.
- Guardo demasiados silencios y emociones que no digo.
- Incluso, he llegado al punto de suprimir emociones o sentimientos para que «no haya quejas». Pero eso no está bien.
- Hay quien me dice que mi obesidad es «por todas las cosas que te tragas por no decir». Y puede ser cierto.
- No avanzo más en ciertos proyectos… por miedo al éxito.
Listo, ya lo dije. Espero ahora su absolución a mis no-pecados. Y, mejor aún, espero reconciliarme conmigo mismo y hacer, de ahora en adelante, lo que debo hacer realmente y no lo que evite conflictos. Porque, para colmo, los conflictos tampoco se evitan.
Y sí, eso incluye dedicar algo de tiempo extra para acabar los proyectos que tengo detenidos. Novelas incluídas. ¿Se animan a perdonarme y apoyar las tareas pendientes? Confío en que sí. Y gracias de antemano.
(Y por cierto… acá les dejo el video resumen de esta entrada).
Imagen de hoy: Confession by Hans (Pixabay) y video por @Gjsuap.