Hay pocas cosas más satisfactorias que terminar un proyecto largamente acariciado. Es el caso de la novela «Clara Sandra solía soñar», del que pueden ver el primer borrador impreso en la imagen de hoy, aquí al a lado. Actualmente estoy en la fase de revisar en el papel que no haya errores que no haya detectado antes en la pantalla. No es un trabajo fácil, pero me gusta. Ya pasó por los ojos expertos de mi editora y me ha hecho correcciones y cambios, y ya están incorporados. Pero falta un poco más para que pueda decir que está terminado. Ha sido una marcha tan larga que ver el final tan cerca me llega de gusto. Al respecto, les comparto unas líneas de las páginas de agradecimientos:
“Clara Sandra solía soñar” (CSSS) es un proyecto que he desarrollado a lo largo de casi tres décadas de una forma muy peculiar. El primer boceto de la historia lo planteé en 1987. Tomó más forma en 1995, en que empecé el primer tratamiento formal de la novela, partiendo de un cuento corto. En una ocasión, se perdió el 30% de la novela ante una falla catastrófica en la computadora. En otra ocasión, el robo de mi computadora me despojó de la tercera parte de la obra ya lista (otra distinta a la primera pérdida). Y aunque tenía respaldos o copias, curiosamente todas se perdían, dañaban o destruían. Por ejemplo, la semana en que mi laptop fue hurtada, había fallado el disco duro de respaldo en otra computadora… y habían “depurado” mis archivos digitales en mi vieja oficina, tirando discos viejos, incluyendo el respaldo más reciente (que tenía, por cierto, tres años). No había cambiado la etiqueta del disco, y lo que decía contener ya estaba respaldado doblemente. Es decir, asumieron que ya estaba respaldado antes de borrarlo. Se perdió totalmente… otra vez.
Incluso, hace ocho años que “Clara Sandra solía soñar” hizo su aparición en la versión larga de mi currículum vitae como un proyecto en marcha. Y si bien de cuando en cuando avanzaba, tampoco lograba vincularme adecuadamente con el proyecto, para poder desarrollarlo de forma completa. Varios capítulos fueron escritos y reescritos hasta diez veces, sin encontrar la versión correcta. Era una historia fundamental en mi trabajo como autor, en la que seguía pensando con frecuencia, pero en la que era difícil concretar avances.
Es uno de esos proyectos que te definen tanto, que no quieres que se acaben. Pero tampoco pretendes abandonarlos; a lo largo de la última década “hoy trabajo en la novela” se volví una frase para desconectarme un rato de la cotidianidad… sin lograrlo.
Hace cinco años escuché por primera vez la existencia del “National Novel Writing Month”, o “Mes nacional de escritura de novelas”, también conocido en redes sociales como #NaNoWriMo. Este ejercicio creativo pide escribir una novela de 50,000 palabras, desde cero, durante el mes de noviembre. Y en diversas ocasiones me había querido apuntar, pero entre dificultades laborales, personales o de otro tipo, no lo había hecho (incluyendo, por ejemplo, un ascenso laboral no previsto… con el aumento de trabajo que eso implicaba un 15 de octubre. U otro año en que quise avanzar antes de inscribirme, para ver que era 15 de noviembre y ya no había registros).
A lo largo de noviembre de 2014, muy temprano en la madrugada o muy tarde en la noche, me hacía tiempo para escribir. A veces, si en la hora de la comida la familia no estaba, me iba con la computadora a un restaurante y comía raudo, o desayunaba con audífonos en alguna cafetería. A veces, empezaba a las cinco treinta de la mañana, para estar listo a las 6:30 con las tareas cotidianas. No faltó el día en que la musa llegó a las 3 o 4 a.m. y era necesario atenderla. En ocasiones, los fines de semana hacía las tareas necesarias -como ir al supermercado o atender a los hijos- pero con la mente ausente, pensando en lo que debía escribir ese día. Fue un mes muy intenso.
En fin… Creo que el producto es muy bueno. Como les dije antes, estoy en la revisión de galeras -el primer borrador impreso que ilustra la foto de hoy- y con todo listo para dos caminos distintos. Les mantendré al tanto de cuál decido tomar. Por lo pronto, si hacen un donativo de U$5.00 o superior en la página de recaudación de fondos que abrí para el NaNoWriMo http://www.classy.org/gjsuap antes de que acabe el 2014, recibirán el e-book del borrador, para que puedan leerla antes que nadie. Y si su donativo es superior a U$50.00, recibirán también el libro en papel, autografiado. ¿Quién dijo «yo quiero»? Les recuerdo que esos fondos no son para mi, sino para la Fundación NaNoWriMo, que estimula talleres de lectura entre estudiantes de primaria y de escritura entre jóvenes de secundaria y preparatoria -adicionalmente de llevar el #NaNoWriMo a cabo todos los noviembres desde hace 15 años-. La causa es buena y el regalo… también.