A raíz del terrible accidente ocurrido el viernes pasado, en que un BMW S6 se estrelló en Paseo de la Reforma frente a la «Estela de luz», matando a cuatro de los cinco ocupantes, el debate sobre las causas de este hecho ha llevado a la Ciudad de México -y otras ciudades- a debatir las políticas para prevención de accidentes.
De entrada, es innegable que el conductor es el principal responsable del hecho: manejando a casi 200 kilómetros por hora bajo el influjo de alcohol -o hasta de drogas-, era improbable que saliera bien. El hecho de que el automóvil se hubiera partido a la mitad proyectando los cuerpos de los pasajeros -que, huelga decir, no llevaban cinturón de seguridad- nos habla de la fuerza del impacto. Que el conductor se salvó por las bolsas de aire, ya que tampoco traía cinturón, según algunas versiones.
Al llegar a la delegación, se negó a hacer pruebas de alcoholemia o consumo de sustancias. Es su derecho. Pero la autoridad podía pedir al juez que autorizara las tomas, lo que no se hizo. Según el conductor, «pestañeó» y por eso perdió el control. Según otras versiones, llevaba 24 horas en la fiesta sin parar y prácticamente «forzó» a tres de los acompañantes a subirse al auto. Quién sabe.
Accidentes: sedicentes responsables.
Lo curioso es el debate en torno a las responsabilidades que ha seguido: De un lado, hay quien culpa al gobierno de la ciudad porque «ni el alcoholímtero ni las cámaras de fotomultas impidieron el accidente. «De haber sido efectivas, no habría ocurrido». Otros sancionaron que «la recta de Reforma» se extiende por varios kilómetros «y se presta al acciddente». Exigen que se pongan topes o «pasos a nivel». Unos más se quejaron de por qué había un poste de Servicios Eléctricos allí si hace años se quitaron los tranvías. Dada su estructura de acero, el poste no se dañó. De todo esto se culpa a la ciudad.
Hay otra versión, impulsada -tal vez con razón- por los abogados de una de las víctimas. Se basa en el artículo 10.B.VIII de la Ley de Establecimientos Mercantiles de la Ciudad de México, que dice a la letra: «Los establecimientos de impacto zonal, deberán tener alcoholímetros o medidores para realizar pruebas de detección de intoxicación o nivel de alcohol en la sangre, previo consentimiento de los usuarios o clientes que se les aplique la prueba. Los medidores o alcoholímetros deben tener las características y tiempo máximo de uso señalado por la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. El titular o empleado deberá sugerirle al conductor que sea notorio su estado de ebriedad que no conduzca;». Es decir, quieren culpar al bar y al valet parking por darle las llaves y no someterlo a prueba del alcoholímetro. Pero aquí el matiz: La ley dice «sugerir». Pide «consentimiento». No podían forzarlo.
Culpar a las víctimas.
Hay una versión que culpa a los muertos: Si vieron que su «amigo» estaba mal, ¿por qué lo dejaron manejar? Si vieron que iba tan mal, ¿por qué se subieron? Si se subieron, ¿por qué no usaron el cinturón de seguridad? Le hubieran dicho que no manejara tan rápido. Total, de Polanquito a la fuente de la Diana -casa de la primera víctima- son pocos kilómetros y podía disfrutarse un paseo por el bosque.
Otros acusan a BMW. ¿Por qué se rompió el carro? ¿Diseñan autos que salvan el conductor y nadie más? ¿Por qué venden carros que pueden subir a 200 km/hr en una ciudad? Sin duda la negligencia en el diseño y construcción del auto no ayudan, dicen.
La más triste versión, culpa a Karla, una de las víctimas y la única cuya familia ha hablado en medios. Resulta que se casó por el civil «en secreto» -acá, bien Romeo y Julieta-. Le darían el anillo y fijarían boda religiosa la siguiente semana. Dormía con sus papás esa noche y salió de fiesta con un amigo, otra de las víctimas, sin decirle a nadie. Bueno, pues la culpan por «hacer cosas a escondidas». Primero, de sus papás y luego de su marido. «Se murió por puta», dicen muchas versiones.
Acá una nota sobre las «cuentas conmemorativas» que hizo Facebook en honor a los muertos.
Accidentes: la culpa es de Fuenteovejuna.
Obviamente, a toro pasado el responsable es Fuenteovejuna, como en la obra clásica. «-¿Quién mató al Comendador? -¡Fuenteovejuna, señor! -¿Y quién es Fuenteovejuna? -¡TODOS A UNA!».
- Las medidas como alcoholímetro y fotomultas son disuasores. No se puede poner una en cada auto para impedirlo. En último caso, en ese estado hubiera arrollado a los policías del alcoholímetro si le hubieran marcado el alto. «Las autoridades son culpables por no hacer medidas más fuertes».
- Poner topes o «pasos a nivel» pueden ayudar a reducir accidentes fatales. Pero alentan el tránsito, elevan la contaminación y nos dañan a todos a cambio de «salvar» a algunos. Aún así, las autoridades son culpables «por no llenarnos de topes».
- El auto tiene medidas de seguridad. Si no se usan -como el cinturón de seguridad-, no sirven. Aún así, BMW es culpable de fabricar autos que «no garantizan totalmente la seguridad de los pasajeros».
- La iniciativa de ley original exigía el uso del alcoholímietro en los antros y negar entregar el auto si no pasaban. Los diputados locales lo cambiaron a «sugerir» para evitar conflictos entre comensales y meseros. Son culpables «de suavizar la ley».
- Los pasajeros son culpables «de subirse con un borracho». Porque nadie debe dejar manejar a otra persona cuándo está mal.
- El público es culpable «por morboso». Quiere ver y llenarse de los detalles del hecho, incluso fotos de los descuartizados y el video original del accidente y de la remoción del vehículo.
Sin duda y a pesar de las ironías, el culpable es uno: alguien que, alcoholizado, toma un auto y corre a velocidades inverosímiles en una ciudad. O asumimos que hay un único responsable, o cargamos la culpa entre todos, como Fuenteovejuna. Se nos pasará en unos días, hasta el próximo accidente.
Imagen de hoy: cortesía Internet