Añorando lo que no llega; ignorando lo que sí.

Añorando
Añorando

Es curioso: a raíz de la entrada anterior sobre las cabañuelas, alguien me hizo ver un hecho que no me había percatado. «Tal parece que pasas mucho tiempo añorando algo que no ha ocurrido. Tienes esa especie de melancolía permanente. No ves lo que sí tienes».

Obvio, traté de alegar para defenderme. Pero dice y con razón: «Mira, pones que esperas tener un mayo muy familiar y el verano con tus hijos con mucho tiempo para ellos. Pero… ¿por qué esperar al verano? ¿Por qué no hacerte el tiempo ahora mismo, esta tarde, este fin de semana? No tienes que esperar a que llegue el mes en el que hoy crees que vas a tener más tiempo para ellos. Hazte el tiempo ahora».

Es cierto: muchas veces dejamos pasar el ahora por pensar lo que puede llegar a suceder algún día. Esos miedos que paralizan, sin tener una causa cierta. Es más: no pasaron las cosas que temías. Pero te hicieron perder tiempo. Desperdiciar la vida.

Añorando lo que no llega

La verdad es que, observando las cosas así, tienen mucha razón: he pasado largo tiempo añorando lo que no llega. Esperando algo que «puede suceder», o tal vez no. El gran terremoto que separe California del resto de América. La explosión social que nos hará tener barricadas en muchas ciudades. El calentamiento global que hará de Tlaxcala un estado costero en cuánto se inunde Veracruz. Y el nombramiento a un alto cargo solo porque «soy yo»: lo van a ir a llevar a un lado de mi cama, un comité de notables pidiendo que lo acepte cual si fuera SantaAnna en el siglo XIX.

Esa «melancolía por lo no ocurrido» puede ser peor que la añoranza de lo que sí ocurrió. Porque hay quien se queda a vivir en el pasado. Pero al menos tiene límites: pasó lo que pasó, y te quedas en ese recuerdo. Le cambias algún detalle, modificas un personaje. Todo se mueve, pero limitado. Sin embargo, en la añoranza por algo que no pasó no hay límites. Y como no está acotado, todo puede suceder.

Ignorando lo que sí.

Lo verdaderamente grave de esas añoranzas por un futuro (o un pasado) no ocurrido es que te pierdes el día a día. No estás presente, no atiendes la realidad. Te quedas en esas nubes de añoranza. Y si bien no era el sentido de la entrada sobre las cabañuelas, puedo entender que alguien lo haya leído así.

Sin duda uno de los objetivos de este 2020 será «apagar más el celular». Ponerlo en mudo. Por lo pronto, ya que tiene apagadas las alertas del Facebook y del Twitter, he estado mucho menos tiempo en esas redes. Sí, en Twitter más -en particular por un caso intenso al que dí seguimiento-. Pero ya no es lo mismo de estar dos horas diarias en cada una de ellas.

Y ¿qué creen? Que ignorando esos estímulos estoy más tranquilo y más presente a la vez. No ha sido fácil y se me han ido un par de cosas importantes de las que no me enteré. Pero… nada grave. Y más si consideran que he podido estar con quien estoy en ese momento. Ya sin vivir ignorando lo que sí importa, lo que sí está pasando y lo que es presente. No ha sido fácil… pero ha valido la pena y es un esfuerzo muy recompensado.

Imagen de hoy: The Melancoly por bixentro 

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