Un ejemplo es el Tea Party de Estados Unidos: al equipararse a la revuelta que inició la guerra de independencia oponiéndose al cobro del impuesto al té bajo el lema de «no taxation without representation» (no impuestos sin representantes), empezó esa guerra. Pero el nuevo Tea Party son un grupo de radicales de extrema derecha que, alegando su fidelidad a los principios patrióticos originales están dañando a su nación. Algo parecido sucede con el Frente Popular Francisco Villa o el Ejército Zapatista de Liberación Nacional: asumirse como herederos de un héroe por usar su nombre no necesariamente valida tal herencia.
Los Caballeros Templarios surgen durante las cruzadas en Tierra Santa. Su primer objetivo era proteger a los peregrinos que iban a visitar Jerusalén y los santos lugares aledaños, en acuerdo primero con Saladino y después con otros gobernantes árabes. Pero cuando había problemas, eran los primeros que entraban en batalla en lo que desde Europa se reclutaban nuevos ejércitos. Recordemos que es en plena edad media, en que ni siquiera se conocían los Estados-Nación que conocemos hoy, sino versiones mucho más limitadas de federaciones de pequeños reinos y señores Feudales con cierta autonomía. Pues los Caballeros Templarios hacían las veces de banco, correo y cadena hotelera, además de policía de caminos: lo mismo escoltaban envíos de dinero, que remitían mensajes o hospedaban en sus castillos o cuarteles a prominentes viajeros, con relativa comodidad y seguridad. Su lealtad no era hacia reino o rey alguno, sino hacia la propia Orden. Esto generó que, con el tiempo y su basta red de propiedades y corresponsales, varios reyes se pusieran celosos o temerosos y terminaran prohibiéndolos en sus dominios. Por el otro lado, la acumulación de riquezas y la lealtad que generaban a prueba de todo hizo correr leyendas de lo más variado, desde que encontraron y resguardaron al Santo Grial -la copa que usó Jesús en la Última Cena- hasta que eran la escolta y custodia de la presunta descendencia de Jesús y María Magdalena. Es decir, inverosímil pero mitológicamente reforzando su mito.
Los Caballeros Templarios de Michoacán buscan reforzar la idea de que defienden la verdad y la religión con las armas. Pero hay mucho debatible. De entrada, son un grupo de narcotraficantes bastante peligrosos, especializados en drogas sintéticas. Sus principales insumos los obtienen de Asia, entrando por el puerto de Lázaro Cárdenas, que está en el territorio que controlan. Pero a diferencia de otros cárteles que son violentos -como los Zeta- o que subcontratan localmente parte de sus procesos -como el del Chapo Guzmán-, los Templarios se originaron de un cártel anterior, La Familia Michoacana. Creada por maestros normalistas, a diferencia de otros cárteles tienen un mensaje más estructurado: ellos no matan por matar, sino «eliminan al peligro»; ellos no venden drogas a los niños, ni destruyen familias: ellos atacan a sus enemigos y buscan que los usuarios de drogas mueran de sobredosis «para salvar a la sociedad». Alegan que se oponen al mal peleando por el bien, aunque ese bien sea tan malo y dañino como el propio mal. Lo único en común con sus contrapartes medievales es que están representando un riesgo para el estado y tarde o temprano serán proscritos o totalmente casados… a menos, claro, que se retiren pronto de lo que hacen.
Como sea, son de cuidado y hay que temer sus excesos.
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