Tres y media de la mañana. Me despierto con cierto sobresalto y ánimo a la vez. Me ha asaltado una idea. Tomo el cuaderno que tengo junto a la cama y la anoto. Cinco y cuarenta y cinco. Me despierto animado para realizarla. Nada mal… salvo que era el domingo del Maratón de la Ciudad de México y esperaba aprovechar calles cerradas y cortes viales para dormirme hasta la una de la tarde.
Aún así, la idea no me deja en paz. Veo un video sobre el tema a las siete de la mañana. Descubro que lo que dicen los «expertos» es casi casi lo que hago siempre, idea por idea aunque no palabra por palabra. El método funciona, pienso. Checo otro texto. Coincide en el enfoque y la realización. No estoy mal.
El problema es que hay 10 libros más en el tintero, y añadir dos más no se antoja del todo conveniente en este momento. «Haz tus textos de 20,000 palabras en promedio. Ve al grano. Es la mejor manera de vender en Amazon». Tomo nota. «Haz tu publicidad gráfica en Facebook. Nadie quiere leer textos, pero no dudan en hacer click en una buena imagen». Okey. «La regla de oro que no te dicen es que un anuncio en Facebook no debe tener más de 20% de texto». Bien. «Te enseñaré la mejor herramienta para diseño gráfico gratis». Gracias, la uso hace más de un año. «Dame $1,997 dólares y te enseñaré como lo hago». Esto puedo ignorarlo…
«Dicta tu libro. Es muy fácil en dos horas de habla sacar el texto suficiente». Muy buen enfoque. Salvo que no hay buen software de reconocimiento de texto en español. Dragon Naturall Speaking no existe en nuestro idioma; su versión móvil tiene errores y sólo funciona desde tabletas. El mejor software para Mac lo descontinuaron hace años y ya no corre en mi plataforma. Google Chrome funciona en textos cortos. Editar para añadir símbolos es luego una lata (otros softwares permiten añadir los signos de puntuación dictados, pero se habla de forma poco natural coma cuándo cada vez que lo consideres necesario coma tienes que decir los signos abrir admiración como si pudieras pensarlos asi cerrar admiración punto nuevo párrafo). Encontré servicios de transcripción, pero a 3,000 dólares por libro -y funcionando sólo en ingles- o 126,000 por transcribir «Clara Sandra solía soñar» suena a un exceso. O tal vez es el precio justo, pero más de lo que puedo pagar.
Lo notable es que la musa llega cuándo menos esperas, a hacer lo que tiene que hacer: inspirarte. Sea a las tres o a las cinco de la mañana; sea para mejorar lo que estás haciendo o proponerte nuevas ideas. El chiste es hacerle caso, alimentarla, darle más elementos. Por eso leo tanto, escucho conferencias y cursos, y estoy al pendiente. Seguro alguna de las ideas bastará para impulsar el siguiente proyecto, o para hacerlo antes, o para sacar dos en el tiempo de uno… O para lo que sea. Poner a trabajar a las musas es algo que también te termina beneficiando a ti. Aunque te robe el sueño una madrugada de domingo. Aunque parezca que compartirlo es innecesario. Aunque la musa no vuelva a hablar en algún tiempo, ofendida de que le haces caso… pero poquito.
Imagen de hoy por Mary Harrsch via Compfight