Desembobinar el estrés: momento de volver a la calma

Desembobinar y calmarse - Imagen de hoy:  Edison Perguachi vía su canal Xander en YouTube.
Desembobinar y calmarse

Cuándo yo era muy chico -menos de doce años- el director de mi escuela primaria tenía una tarea para los muy latosos… o para los que nos aburríamos en clase porque acabábamos rápido. Nos ponía a desembobinar un motor, y a embobinarlo nuevamente, con cable nuevo. Esa pequeña tarea manual nos daba mucho que hacer para un par de horas, tanto a los muy latosos como a los muy calmados.

Según el motor de que se tratara, teníamos que contar hasta tres bloques de cien vueltas de alambre de cobre. La idea era poder «renovar» los carbones y los cables, de manera que los motores siguieran funcionando. A veces, eran de una podadora eléctrica. O de la licuadora, que con frecuencia se gastaba -y ¡como no! era una licuadora casera que hacía las comidas para la estancia vespertina, y para algunos de los artículos que se vendían en el recreo.

A ratos, el proceso de desembobinar y rebobinar el motor eran castigo: si alguien no se sabía estar quieto en clase, podía ser «castigado» mandandolo al taller a reparar cosas. Pero otras veces era premio: para los que nos aburrimos en clase en lo que los maestros explicaban y ponían ejercicios repetitivos, nos íbamos al taller con nuestro carrete de hilo de cobre y nos poníamos a darle vueltas.

Desembobinar un motor…

Entiendo que eso de «desembobinar» un motor es algo que ya no se hace mucho. O se hace en ciertos talleres, lejos de los ojos de las personas. ¿Ya no sirve? Vas y compras la pieza nueva. Es más barato que reprocesar el motor. De hecho, cuándo reventó mi Nutribullet la reparación costaba 3,000 pesos (el equipo nuevo estaba en 5 mil). Pero una licuadora reversible de alto poder con vaso de carga superior para hacer «smooties» costó menos de dos mil. Y puede picar hielo; se ponen los ingredientes en el vaso y en la tapa van las cuchillas; se monta de cabeza y listo: como tener un Nutribullet pero más barato. Más barato, incluso, que repararlo.

Aún así, recuerdo que el proceso era hipnótico por simple: darle vueltas al rotor con un carrete de hilo para recuperar el cobre usado, y si no se rompía, volver a ponerlo, dándole vueltas una y otra vez, contándolas, porque según el motor tenían que ser de 300 a 400 vueltas completas de hilo de cobre en cada bloque del motor, que podían ser 3 o 5. Pero ese «darle vueltas a lo mismo» era relajante y calmante.

… momento de volver a la calma.

Vino ese viejo recuerdo de la infancia justamente por lo que les platicaba en días recientes: rebasé el cuarto de millón de palabras como novelista durante noviembre. Casi 300,000 palabras puestas en novelas. Es el séptimo año que participo en el ejercicio, y apenas el cuarto en que completó la meta. Fue, además, mi proyecto más largo con 55,555 palabras -la meta eran 50 mil-.

Por eso, ha llegado el momento de volver a la calma: es la hora de desembobinar el estrés no solo de la escritura, sino de conducir al grupo del NaNoWriMo México Sur. Es momento de volver a las angustias cotidianas… las que incluyen, por supuesto, empezar el día escribiendo. Unos 30 minutos, no dos horas. Empezando a las 7, no a las 6 a.m. Y escribiendo textos breves, no toda una novela.

Porque cada cosa tiene sus tiempos, y diciembre es para reflexionar, acabar pendientes y poder hacer que las cosas fluyan leve y normalmente. Tomar un poco de calma y distancia y reiniciar enero con toda la emoción y la disposición de lograr las cosas que te plantees… como fue este noviembre de locura. Pues a darle vueltas, pero ahora desembobinado la idea.

Imagen de hoy: Edison Perguachi vía su canal Xander en YouTube.

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