Debo confesar que acaba este 2015 con unos días tristes. A veces pienso que es porque algo estoy haciendo mal, o porque las estrellas «se ensañan» o porque el clima está frío o por el fenómeno de El Niño o… Pero lo cierto es que han sido días tristes para cerrar un año complicado.
Como bien decía el poema de Amado Nervo «Hallé sin duda largas las noches de mis penas; más no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas…». El problema es cuándo las noches de mis penas -y las de algunos amigos cercanos- se juntan y aparecen todas de golpe… Así, aunque al final sean pequeñas, se siente más graves y como si fueran más penas.
Ya sé que en estos tiempos de redes sociales se ve mal que digas que algo va mal. Todo debería ser perfección y alegría; ¡vaya! Facebook tiene un botón de «me gusta», pero carece de uno de «no me gusta». Y eso no está bien, porque acelera la percepción de que solo puedes compartir las cosas buenas. Y la vida, la canija vida tiene un poco de todo, y más bien predominando los días tristes o monótonos y destacando los momentos alegres o felices. Tal vez por eso las pinceladas de alegría son más memorables.
Acaba 2015…
Y vaya que fue un año complicado. Tal vez porque empezó con días de hospitalización en la familia. Siguió con atrasos en pagos, cambios drásticos en la oficina; días, semanas y meses de indefiniciones; luego, agravamiento de los problemas. «Alguien» decidió cerrar mi principal proyecto de la noche a la mañana, y de forma tan grosera y salvaje que dañó relaciones de años con buenos amigos. Luego, sentirte bajo fuego, amenazado… para terminar en una picota de la que salvaron cambios que terminaron agravando más las cosas. Y lo que parecía malo se volvió peor.
No fue el único pendiente: desde febrero, otro tipo de retos -que no dependía de nosotros resolver- fueron complicando también la vida cotidiana. Y eso, por supuesto, agravó otro tipo de problemas tanto personales como financieros. Porque si tienes un problema en un área, resuelves desde otra; pero cuándo los problemas llegan de distintas partes al mismo lugar, queda poca opción para resolverlos rápida y adecuadamente. Pero el tiempo hace que las cosas malas se agraven y se complican, porque, por si fuera poco, la inacción inocente parece o negligencia o culpabilidad. Y ambas son malas.
Por si fuera poco, noté cuántos de mis amigos y relaciones profesionales no eran míos, sino del cargo. Amigos que se esmeraban por apoyar y estar al pendiente de mis proyectos dejaron de aparecer a la semana o dos de que salí de mi trabajo, algunos para ni siquiera contestarme el teléfono otra vez. Si, fue un años muy difícil en lo profesional, lo monetario y lo personal, a pesar de las cosas buenas que dejó.
… con unos días tristes.
Y si, tal vez lo más triste de estos días tristes es ver cómo amigos muy queridos se perfilan a un 2016 bastante más complicado de lo que fue 2015. Como alguien me dijo, «esas buenas noticias no-tan-buenas se están acumulando rápidamente». Amigos que inician proyectos largamente acariciados, pero que se presentan de formas que no serán viables en el largo plazo. Amigos que cambiaron el orden de sus metas, sin darse cuenta que el nuevo ritmo va a sacarles varias del plan de vida -en particular, me acuerdo de mi ida al doctorado, frustrada por un hecho que se presentó «fuera de programa» y que lo alteró todo…-.
También amigos que asumen que uno tiene que adaptarse totalmente a ellos, sin ver que esto de la amistad obliga a ser flexible y aceptar cambios y acuerdos diferentes. «Es a mi modo o no hay modo», o como me dijo alguien «pues en esos términos no creo poder seguir siendo tu amigo en 2016». Olvidan que en esto hay reciprocidad, y si no pueden «aceptar mis términos» y me obligan a aceptar los suyos, lo que sigue es que… le acepte la propuesta y cerremos la relación de una buena vez.
Creo que eso es muy triste porque, habitualmente, las amistades languidecen mientras se debilitan: alargas la frecuencia de las llamadas, acortas la duración de las mismas; no temes decir cada vez más intensamente «no estoy de acuerdo» hasta que, poco a poco y sin querer, la amistad se aleja. Me ha pasado que, con personas que están lejos pero coincidimos, parece que se suspendió apenas el día anterior; con otros que es el tiempo el que las mata de a poquito. Pero eso de que alguien diga que «ya no puedo seguir siendo tu amigo» no es común. Tal vez sea lo más sano, pero ciertamente no es común.
Espero, confío que 2016 traiga nuevos aires. Me olvidaré de los propósitos de año nuevo y me concentraré en un día a la vez. Estoy seguro que si retomo las dos o tres tareas diarias que tengo anotadas pero no hago, puedo generar cambios muy notables. Tomar en serio y sin interrupciones el tiempo necesario para los nuevos proyectos y para terminar los que están en marcha.
Y más importante: no temer. No rendirme. No dejarme desanimar o presionar. Debo hacer lo que debo hacer, como lo debo hacer y cuándo lo debo hacer. Ser lo suficientemente necio (o firme) para seguir hasta lograr la meta. Y si en el camino hay quien se baja… pues lo echaré de menos, pero hace bien en bajarse. Aunque esos fracasos cantados, propios y ajenos, o esas ausencias pesen y molesten: se hará lo que se debe hacer. Y se hará bien, aunque por ahora nos deje en unos días tristes.
Imagen de hoy Jessica Lucia via Compfight