El 27 de junio, Miguel Gómez Mont protagonizó una trifulca en el palco VIP del Soccer City Stadium de Sudáfrica, que terminó con la invervención de la policía. Tristemente, la pelea fue entre mexicanos. Que el Director General del Fondo Nacional de Fomento al Turismo y hermano del Secretario de Gobernación hiciera esto en sus vacaciones no debería hacerse escarnio público, pero la presencia de una cámara y el que estuviera vinculado al mundial de fútbol forzó su despido. Otros casos tanto o más escandalosos -como Gobernadores cometiendo diversos delitos- han quedado impunes.
Esto plantea la interrogante: ¿Debemos tener un emblema -como una toga, una banda o algo así- que marque cuándo una persona actúa como funcionario público y cuándo es un ciudadano ordinario? ¿O debemos llegar a aceptar que la corrupción y el cinismo son «normales»? Escucha el análisis aquí.