En cierta ocasión, ya retirado, Winston Churchill hizo un viaje en crucero por el Mar Mediterráneo. Para esa ocasión escogió para ser sus anfitriones a una compañía italiana. Ponderaba mucho su disfrute del barco y de las atenciones que le daban por haber sido la gran figura histórica y Premio Nobel de Literatura. Por supuesto que le gustaba la buena vida y la atención que recibía, y no tenía objeción en considerar merecido todo ese trato especial.
En alguno de los puertos, le hicieron una entrevista y el reportero no dudó en preguntarle:
Sir Winston, tengo la curiosidad… Habiendo usted sido lider del país y un gran patriota, ¿Por qué escogió esta línea italiana en lugar de una británica?
A lo que con su reconocido estilo sarcástico, respondió:
«Por tres razones. La primera, debemos reconocer que la cocina italiana, en particular en este barco, es excelente y mejor que la británica. Segundo, la atención a bordo es de las mejores del mundo. Y tercera y más importante, porque estoy seguro que en un desastre marítimo los italianos olvidarán ese sinsentido de «mujeres y niños primero» y me rescatarían a mi antes que a los demás».
No sabemos si el capitán del hundido crucero de súper lujo Costa Concordia estaba al tanto de esa frase, pero la ha demostrado a cabalidad: abandonó el barco, se negó a volver a bordo alegando que «estaba obscuro», que no se había ido porque estaba coordinando desde un bote salvavidas y otra sarta de barbaridades, como pueden ver a continuación:
Lo cierto es que esa actitud de desprecio de la ley y cierto egoísmo no es italiana, sino que la vemos presente en muchos de los llamados «países latinos», incluída España y América Latina. ¿Será que eso contribuye al subdesarrollo de nuestras naciones? Les invito a que reflexionemos al respecto.