Lo hemos dicho y lo reiteramos: si leer es un placer, escribir lo es más. El hecho de tener una idea y plasmarla en una pantalla en blanco -asumámoslo: ya no es en papel-; escuchar el golpeteo rítmico de las teclas una y otra vez mientras los párrafos se llenan… y más que todo, saber, estar seguro que «alguien» va a leer lo que escribes, será tu cómplice o tu contraparte en el tema; que puedes intercambiar ideas. Porque eso es clave: no sólo mandar un mensaje unidireccional. Para que sea un placer completo debe ser un placer compartido entre autor y lector.
¿Y de dónde este súbito redescubrimiento del placer de escribir? Pues muy simple: mi amiga twittera @_Bishu_ puso en su perfil de Twitter una grabación en la que afirma «sal con una chica que lee». Y para su deleite y conocimiento, la dejo aquí:
Como podrán oír, hay muchas cosas importantes que se comentan en esta breve presentación -por supuesto, quisiera ser más específico… pero tampoco quiero arruinarles la sorpresa: escúchenla-. Pero el final… el final es algo que te debe convencer que la forma superior de leer es escribir. Y redescubrir ese placer, ese llamado, es algo que debe agradecer a alguien que… lee. Por ejemplo, a Jorge Luis Borges (no, no el Borgues del que nos habló Fox: del otro). La imagen también nos llega… de la chica que lee. Muy cierto.
Imagen de hoy, alexkerhead via Compfight. La segunda, desde el TimeLine de @_Bishu_