El tiempo vuela, dice el refrán. Y si bien en realidad se desplaza a un minuto por minuto o a una hora por hora, a veces esa percepción de su rápido desplazamiento se acelera. Por ejemplo, hoy, primero de septiembre: burla burlando nos queda apenas un cuarto de año para acabar 2015. Y si bien ya hemos dicho que a la naturaleza le vale lo que somos o pensamos ser los hombres, y nuestra manera de medir sus ciclos, para nosotros pareciera que el año «ya se acabó».
El problema no es ese: es ver lo que falta lograr este año con las cosas importantes planeadas. Por ejemplo, para Septiembre tengo programado el taller de Escribe Hoy (ya saben: si leyeron el libro Escribe Hoy su entrada es gratis; si aún no, consíganlo en Amazon). En Octubre toca el tradicional diplomado en mi alma mater -como profesor, no como alumno-. Noviembre es el mes del NaNoWriMo. Y Diciembre… Diciembre ya no cuenta para trabajar mucho, porque entre fiestas y tareas de cierre de año, no hay manera de programar cosas extra. Total, tres proyectos importantes para los tres meses siguientes, y es todo. Además, claro, de que salga la traducción de Clara Sandra solía soñar y el lanzamiento de la música que acompaña la novela. Cuatro meses, cuatro proyectos grandes -aunque uno disperso en varios meses-.
Pero «hay más tiempo que vida» dice otro refrán. Lo cierto es que hay muchas más ideas que quisiera lograr, pero que implican mucho tiempo… a menos que encuentre cómo plantearlas en el tiempo libre, sin sacrificar mucho a la familia. Por ejemplo, sacrificando -aún más- la tele o el cine, para que en un par de horas de fin de semana y una hora extra todas las noches avancemos en otras ideas. Todo es cosa de ir viendo cómo funcionan y qué pasa a continuación con ellas. Lo importante es no rendirse. Y que a ustedes les gusten y les sirvan, que si quisiera escribir para mi solo, no lo haría en público.
Porque ese es el riesgo de estos días. Asumir que, como «ya se acabó el año» no queda nada importante por hacer en 2015 y mejor bajar los brazos y esperar los propósitos de año nuevo de 2016. Eso es lo peor que podemos hacer. Porque una cosa es que el tiempo vuele y otra que dejemos de valorarlo, y más por una convención social como es el calendario.
Les confieso que estos días a ratos me abrumo por todo lo que quiero hacer. Hay veces que pienso que necesito un micrófono lavalier -o de solapa, pues- para aprovechar los traslados de la casa al trabajo y de regreso para ir dictando textos ya sea para el blog, para las clases, para los libros… Y hay veces que me siento en la estación del Metrobús, esperando que pase uno relativamente vacío para poderlo abordar, y que lo hago con la mente en blanco -tal vez fruto de los 225 días continuos durante este año de meditar al menos 20 minutos, generalmente al iniciar el día- con una total paz y serenidad. Y hay veces que quisiera mandar todo a la goma, olvidarme de libros, blog, trabajo y proyectos y simplemente vegetar otro día sin procurar nada importante.
Pero entonces veo la tarjeta que me mandé hacer para presentarme con la vocación que más me llena, con lo que hago sin que me paguen y en lo que me apasiona usar mi tiempo no laboral… Y entonces el tiempo vuela porque no lo trabajo: lo disfruto. Sin esfuerzo, sin pausa y sin tener que padecer mucho para estar en «la zona«. Y entonces creo que cuatro meses es todo el tiempo del mundo para seguir haciendo esto que me gusta hacer: escribir y compartirlo con ustedes. Porque hoy me suelo presentar -fuera del ámbito estrictamente laboral- como Autor y Bloguero. Así mismo, como lo dice mi tarjeta de visita, como la pueden ver a continuación:
Imagen de hoy por Ampliato [ Edu ] via Compfight y diseño de tarjetas de @gjsuap.