Muchos lo saben, para algunos es una sorpresa: Durante muchos años, mi deporte fue el montañismo. Ese que implicaba pararse onda 5:30 a.m. en domingo y salir a caminar 20, 30, 40 kilómetros por enmedio del bosque. ¿Cómo se puede lograr eso? Con empeño y constancia. Este par de hábitos me acompañaron después en la persecusión de mi licenciatura y de mi maestría, a lo largo de mi vida personal y laboral, y cada noviembre vuelvo a ellos.
Es decir, todos los días están presentes en mi vida, y me dedico con cuidado a practicarlos. ¿Hoy no me quiero levantar a meditar? Lo siento. Toca hacerlo. ¿Que hoy no quiero tender mi cama? Es un hábito: hazlo. ¿Qué hoy no quiero ir a trabajar? No es voluntario: es lo que tienes que hacer y en lo que comprometiste poner todo tu empeño y constancia. Es cosa de hacerlo un día tras otro. Así que no hay mucho que alegar: se camina un paso más hasta llegar a la cumbre.
Empeño y constancia: hábitos en acción.
Este mes de noviembre -como lo ha sido cada noviembre desde 2014- ese par de hábitos se pone en juego al 100%. Es el Mes Nacional de Escritura de Novela, el NaNoWriMo. Y eso ha implicado añadir a mis hábitos diarios, el escribir al menos 1,667 palabras cada día en una novela nueva. Ya sabrán lo que eso implica, además de balancear las necesidades familiares y laborales.
Porque, por si fuera poco, este año también me propuse como administrador de la región México Sur del organismo internacional, así que eso implica moderar a un grupo de 150 participantes activos y de casi 500 mexicanas y mexicanos que, al igual que yo, están avanzando sus propias novelas a su paso. Es algo padrísimo, pero algo que añade una tarea larga a una agenda ya de suyo saturada.
Pero ¿Qué creen? Lo puedo hacer -y con mucho gusto- porque son hábitos en acción, es el empeño y constancia que, a lo largo de la vida, me ha acompañado a las cumbres de las montañas, a las metas académicas y laborales y ahora, cada día, a las páginas de mi nueva novela también.
Imagen de hoy por Rachel Claire on Pexels.com