Ya les había comentado que tengo un terrible caso de Sejuela. Esa enfermedad a la que muchos llegaremos, más tarde que temprano. Y también que había empezado a adoptar nuevos estilos de vida, entre ellos, reemplazar mis lentes. A casi dos semanas de esa crisis de salud -la más fuerte en mucho tiempo- tengo que comentarles que los esfuerzos y pasos concretos han empezado a dar frutos.
Claro que no puedo decir que todo está resuelto, pero sin duda estoy mejor hoy que al arranque del año. En parte, porque ya tengo un diagnóstico preciso y no una mera interpretación. Luego, porque estoy haciendo cosas muy puntuales. Y después porque hay un plan para casi todo el año -al menos, para el primer semestre- a fin de crear nuevos hábitos.
Esfuerzos y pasos concretos
Sí: he empezado con algunos pasos concretos. Reducir las azúcares procesadas; ahora tomo, si acaso, las de frutas. Nada de refrescos. He procurado aumentar el consumo de verduras. También he tratado de suspender los quesos maduros y el pan (y otras harinas, como las galletas). Reemplazarlas por barras de amaranto y chocolate sin azúcar ha sido la opción. Es más caro y tiene porciones más pequeñas, pero al menos me deja tener el sabor con menos calorías.
También, por supuesto, seguir las recomendaciones de los doctores respecto a los medicamentos. Tomar unos luego luego al despertar. Otros más tarde. Dormir más es otra de las recomendaciones – les confieso que la que más trabajo me ha costado-.
Para intentarla, descubrí que el celular tiene un modo llamado «relajación». En Android pueden buscarlo en «ajustes», opción «bienestar digital». Este hace que la pantalla se vaya a grises a determinada hora, se apaguen todas las notificaciones y no acepte llamadas más que de ciertos números (familia, jefe y oficina en mi caso: no más de diez números) y de ciertas aplicaciones -acá dejé abiertos los mensajes SMS-. Así, llamadas de urgencia puedo atenderlas, las demás se bloquean solas.
Aún así, no logro pasar de cinco horas de sueño en las noches. Aunque la recomendación médica es que sean siete. Vamos a seguir intentándolo.
Lo cotidiano ayuda
Mi querida amiga Lety tuvo una buena charla conmigo empezando este «periodo especial». Y me hizo una recomendación que hoy les quiero compartir: lo cotidiano ayuda. Hay que hacer cosas todos los días, pero con un objetivo claro de mediano y largo plazo.
Así, por ejemplo, la meta de enero era «dejar el pan». Puedo decirles que con ese esfuerzo cotidiano, ya no es tema. Pasé de cenar sandwiches o pan con leche casi diario a no comer nada de nada. Sí, la primera semana fue terrible -en particular cuando entré a una cafetería sin saber que era una panadería que vende café… ¡y que estaba horneando pan! Ni modo, me quedé para templar mi ánimo de seguirme esforzando.
Pero esto no se queda así: para febrero, la meta es dejar los refrescos. Marzo tiene como objetivo caminar 30 minutos. En abril, la meta será ir a la oficina en bicicleta al menos dos días de la semana -no aquellos en que haya reuniones, lo que implica ir de traje-. Para mayo alcanzar una meta que me puse con el nutriólogo y en junio pesar menos de un número especial.
Por supuesto que para alcanzar esta última requiero de tener un esfuerzo cotidiano: sé que si no tomo refrescos de aquí a junio, avanzará todo hacia la meta. Todo abona. Pero si además le añado 30 minutos de caminata, 30 de bicicleta, no comer pan o beber refrescos… todo suma. Pero el chiste es ese «ir agregando» cosas cada vez, y haciendo tareas en ese sentido.
Ya les iré reportando avances. Uno de los más importantes hasta ahora es que, a dos semanas de empezar, van ocho kilos menos. Ahora, a evitar el rebote y asegurarme que esa cifra aumente, aunque sea a menor ritmo: Y eso incluye hacer esfuerzos y pasos concretos cotidianamente.