Los tres reyes magos es una profunda tradición cristiana, con especial énfasis en los países católicos -marcadamente en América Latina-. Aunque se supone que una iglesia en Alemania resguarda algunas reliquias atribuidas a ellos, es en Tizimín Yucatán, México, dónde está la iglesia más importante destinada a su culto.
Algunas versiones los refieren como «magos», otras como «sabios», hay quien dice que son «astrólogos». Pero ciertamente hoy son también ampliamente aceptados como Santos Reyes. Tiene lógica: fueron santos porque buscaron a Jesús a pesar de que estaba lejos, no sabían cómo llegar a él y a pesar de las dificultades. Y sólo un rey podía pagar un largo viaje en el medio oriente, por tanto tiempo y sin muchos contratiempos. Insisto, tiene lógica.
El texto bíblico no habla de un número específico de ellos. Tampoco de cuánto tiempo tardó el viaje. Es decir, si la estrella apareció el 25 de diciembre, es poco probable que hubieran podido viajar desde el lejano oriente en menos de doce días hasta Jerusalén y de allí a Belén. Por otra parte, el texto señala que siguieron su estrella y fueron con ello a adorarlo a su casa, lo que nos permite asumir que ya no estaban en la cueva que se utilizaba como pesebre en dónde nació el niño. Por tanto, es probable que más bien hubieran llegado un año y doce días después de nacido, a su casa en Nazareth. Esta interpretación refuerza por qué Herodes manda matar a todos los niños menores de dos años y no sólo a los recién nacidos.
Por otro lado, una tradición más literaria que factible señala que el oro lo gastó San José en la huída a Egipto (en dónde tuvo que montar otro taller de carpintería y comprar o alquilar otra casa), el incienso lo utilizaron tanto en la presentación del niño en el templo a los tres años y en las ofrendas pascuales del Jesús adulto y la mirra regalada se utilizó para su propio embalsamamiento tras la crucifixión. Suena posible, aunque poco probable.
Mañana comentaremos sobre la existencia del cuarto rey mago. Acá los espero.