La danza de la mudanza

La danza de la mudanza

La danza de la mudanza

Cierto: hace algunos días -o semanas- que no les escribo nada nuevo. Y eso tiene un motivo: entré a la danza de la mudanza. Es decir, después de un lustro en la misma dirección, me ha tocado cambiar de casa. Y como saben los que han pasado por ello, no es algo menor. Días y días empacando, emplayando, desplanzando, desempacando y alistando todo para que se completara esa tarea me tuvieron un poco -o un bastante lejos- del espacio habitual de escritura. Pero ya estamos por acá.

Una de las cosas es encontrar todas las cosas que en algún día pusiste «en un lugar seguro» y «para no olvidarte», y no vuelves a encontrar hasta que quitas todo de su lugar. Así, sean las plumas de colección rotuladas o las plumas de ave que sirven para escribir con tinta china brincan al mismo tiempo; descubres los sobres llenos de rastrillos para afeitar del modelo favorito -y del que compraste uno un día antes para no padecer que no tenían ninguno-. Ver los libros de los que llegaste a la página 20 esperando acabarlos muy pronto, y que cambiaron de lugar «misteriosamente» el día en que alguien se hartó del desorden.

Brincaron por allí un script original del piloto de Dr. House que me regaló mi hermano y la pieza que le faltaba al X-Wing de Lego que alguien guardó cuando no sabía qué era eso tan raro. Un llavero del viaje especial y una foto que durante años adornó mi oficina y estaba desaparecida.

Es también un buen momento para recolocar algunos objetos: cambiar de lado el comedor y la sala, y poner un cuadro en un lado en lugar de otro. Momento de separar el cuarto de ambos hijos, que ya no tienen que compartir espacio, y de poner la colección de muñecos de Star Wars en un lugar aparte, fuera de los juguetes.

Es el momento para descubrir que tienes más vino del que puedes tomar solo, y el cuaderno de ideas creativas que te acompaño todas las mañanas durante seis meses, y que tiene tantas «ideas millonarias» como para poderte poner al tú por tú con Slim… (siempre y cuando las ejecutaras, lo que no es siempre fácil o posible).

Ocurre que te encuentras muchas cosas que eran «invaluables» en su momento y que ahora no sirven para bendita la cosa, pero de las que no es fácil desprenderse ni entonces ni ahora. Descubrir que, por error, empezaste a echar basura en una bolsa que contenía cosas que querías conservar, y es momento de voltearla de cabeza y volver a clasificar todo… para descubrir que menos del 10% de lo valioso realmente lo era. En fin, es momento de repensar.

Y, al final, te queda la idea de que a lo largo de la vida has acumulado muchas cosas que no sirven, y te faltan  muchas más que sabías que tenías y están perdidas. Concluyes, pues, que la mudanza es una muerte chiquita, un lugar para reconsiderar que has hecho y que quieres hacer… y, como dicen por allí, «el hogar es el lugar en que el WiFi se conecta automáticamente y puedes dormir sin que te corran». Si eso es cierto, tras una semana de la danza de la mudanza ya estoy nuevamente en casa.

 

Imagen de hoy porpasukaru76 via Compfight cc

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