Anoche, como desde hace más de 150 años -desde que se hizo como ceremonia oficial- todos los presidentes del pais, el Federal y los Municipales, los Gobernadores, los embajadores y cónsules de nuestro país repitieron en sus respectivos palacios o sedes diplomáticas la arenga de «¡Viva México!» conocida como El Grito.
Aunque el texto original de Miguel Hidalgo se ha perdido, se supone que rememora el momento en que inició nuestra guerra de independencia. Paradójicamente, quienes más definieron su forma actual son dos «villanos» de nuestra historia, Maximiliano de Habsburgo -quien le dió rango de fiesta nacional oficial- y Porfirio Díaz, quien definió su forma actual del grito el 15 y el desfile y asueto del 16 de septiembre (cumplía años el 15 y por eso se adelantó lo que se supone que ocurría entre 5:30 y 6:00 am del 16 a las once de la noche del día previo).
Sin embargo, en esta ocasión quiero llamar su atención en lo que podemos llamar la «democracia estridente«. En la ceremonia principal, encabezada por el Presidente Felipe Calderón en el Zócalo capitalino se congregaron más de 250,000 personas. Según diversas crónicas, (particularmente las de Revista Proceso y el periódico Reforma) ante la aparición del presidente «varios cientos de personas» silbaron, abuchearon y corearon el célebre «…uleeeero, …uleeeeero, …uleeeeero», grosería vulgar que suele reservarse en los estadios para las actuaciones erradas de los árbitros.
Es decir, dos de los medios más críticos desacralizaron en vivo la ceremonia más «sagrada» del calendario laico nacional, dando cuenta en tiempo real del rechazo al presidente, pero aún ellos califican a los contestatarios en «varios cientos», no llegan a hablar de «miles» y mucho menos de «toda la plaza». Es decir, decenas de miles de personas asistieron con ánimo festivo y de respeto, y la nota para ellos fueron la minoría respondona, a quien le dieron espacio mediático, entre otras cosas porque pueden hacerlo.
En Twitter muchas personas comentaron estas noticias al tiempo que hablaban de «profundo rechazo», «fracaso total», «no hay nada que festejar», «recibió su merecido el asesino», «desprecio al usurpador» y «debieron matarlo, abuchearlo no basta». Es decir, voces altamente críticas contra algo que llevamos haciendo casi 200 años, y en su forma actual más de cien. Expresan su rechazo a un individuo atacando la institución. El Grito no lo propuso el presidente Calderón, ni lo creo el PRI: es un ritual nacional realmente histórico y un elemento de identidad nacional. Pero lo criticaban de manera agresiva, entre otras cosas porque pueden hacerlo.
Y a pesar de eso, no hubo un sólo detenido en la plaza por injuriar al presidente. No fue sancionada ni frenada la noticia de los dos medios comentados -y de muchos otros que hoy descansaron y mañana harán el resumen-. Ningún tuitero fue capturado por sus opiniones. Es decir, simbólica y realmente la libertad de expresión fue respetada al extremo.
Incluso, en Salmanca, Guanajuato, el excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, proclamado «presidente legítimo» -alegando que le fue robada la presidencia mediante un fraude electoral- pudo organizar, por quinta vez, el denominado «grito de los libres», sin que le fuera impedido, frenado o limitado de alguna forma. Es decir, incluso acusando al gobierno de ilegal e ilegítimo, puede expresar su mensaje en la plaza pública, sin que le frenen o detengan. Lo hace, en buena medida, porque puede hacerlo.
Nuestra democracia es estridente: grita, pelea, se queja, reclama. A veces de formas incorrectas o exageradas. Pero pueden hacerlo. No hay límites, barreras o sanciones. No hay amenazas o multas. Hoy, nuestra libertad para criticar es amplia. Podemos decir lo que queramos. Y nos parece correcto. No estamos usando esta libertad para proponer, sugerir, plantear… sino para rechazar.
Y respecto a esta actitud «demócrata» del gobierno federal, contrasta lo que ocurre en algunos estados priìstas: en Veracruz, dos tuiteros están detenidos por terrorismo -por algo que dijeron en las redes sociales- y podrán llegar a cuarenta años de prisión. En el Estado de México, se presentó una iniciativa de ley (la llamada «Ley Peña Nieto») que propone multas y cárcel a quien critique, proteste o «injurie» a las autoridades en persona o a través de distribuir mensajes públicos en redes sociales. Es decir… una contrareforma muy peligrosa que debemos frenar.
Hay que defender nuestras libertades, así sea que se ejerzan con abusos y estridencias. Hay que defender nuestra democracia, así sea cara, ineficiente o con mucho camino por recorrer. Es mejor que vivir en una dictadura perfecta, vivir en la democracia estridente.
Personalmente creo, que la Democracia no es un Estado perfecto e inmutable, la Democracia es una realidad viva que tiene que evolucionar adaptándose a la sociedad. Sin embargo la violencia hace que la Democracia se enquiste y muera. Todos los procesos de cambio social actuales se estancan por el intento de algunos de imponerse por la violencia. Los violentos son un obstaculo muy fuerte, los no-violentos pero que usan las leyes de manera restrictiva y no constructiva tambien lo son.
Definitivamente mucho por hacer,informarnos y sobre todo educarnos…La educación es algo fundamental sobre todo en temas tan controversiales como la política….