Estaba de visita en Isla Negra. La casa de campo del poeta Pablo Neruda, en Chile. Es una casa en lo que antes era un pueblo de pescadores sencillos, al borde de un acantilado. Ahora, miles de personas lo visitan cada año, buscando las huellas del poeta y sus libros.
Cuarto lleno de máscaras de todas las culturas. Otro, de pinturas. Uno más de botellas y vasos de cristales de colores. Mascarones de proa de barcos. Tallas en madera y en barro. Textiles. cada habitación tiene un tema. Y está lleno de elementos de ese tema.
Pero todas las habitaciones tienen algo dentro, algo que no pertenece allí pero nunca falta: lectores con sus libros. Buscando en sus referencias algún poema que le hable a este mascarón, a aquella botella. ¿Ese es el cuadro que inspiró una poesía en particular?
Y si, en el patio, uno de los anfitriones recita un poema de corte náutico del Premio Nobel. Se siente distinto, sin duda: estás en el lugar en dónde se escribió, viendo algunos de los objetos que lo inspiraron. Así sea el barco «Tiburón» en dónde «naufragaba» Neruda y sus amigos al final de cada tertulia.
Dan Brown, los libros y la Abadía.
Estaba de visita en la Abadía de Westminster. La catedral que es tumba de reyes del último milenio. En dónde reciben la corona, sobre la Piedra de Escocia. Junto al Parlamento y su célebre reloj de la torre, el Big Ben. Pocos lugares permiten sentir más la presencia de la historia y el carácter inglés que este sitio. Por cierto, lugar del que se prohíbe tomar fotografías.
Sientes allí todos los personajes de la historia inglesa. Los conflictos entre María de Escocia y la Reina Isabel. Los personajes de Shakespeare, como Ricardo III. Los conflictos de Enrique VIII y su divorcio de la Iglesia Católica porque se negaron a divorciarlo… Todo está allí y, al ver los libros, te catapultas al lugar.
A un par de cuadras, está el bunker debajo del Ministerio de la Defensa en el que Winston Churchill planeaba la defensa de Inglaterra. El auténtico y original «War Room», sellado el día en que se ganó la guerra, con los mapas en las paredes indicando la ubicación de las tropas, aviones y barcos. Un viaje al pasado. Y allí, en el nuevo museo de sitio, el premio Nobel de Literatura que le otorgaron a Sir Winston.
Ves algo que no pertenece allí pero nunca falta: lectores con sus libros. Buscando en sus referencias algo sobre el lugar. Porque, en efecto, una de las escenas más famosas de «El Código DaVinci» ocurre en plena Abadía de Westminster. Y los guías, un tanto molestos, te señalan dónde está la tumba de Newton -en pleno altar- o dónde está el pasillo. Porque son muchos los turistas que van al lugar para «leer en vivo» su libro.
¡Vamos a vivirlo!
De esas tres experiencias, la Isla Negra, la Abadía y el Bunker, se me ocurrió la idea. ¡Sería genial escuchar a los autores en el mismo lugar del que hablan sus obras! Que sea allí, en el lugar. Y que no sea la voz de tu cabeza, sino la voz del autor, entonando la obra que quiere presentarnos. Sería genial. Algo que permita que el autor y el lector se encuentren en «el lugar» y puedan interactuar personalmente.
Lo intenté con «Clara Sandra solía soñar» y la Hacienda de Panoaya, pero la ubicación geográfica -que obliga a ir en transporte privado o turístico- y el cobro de las instalaciones no lo hicieron viable… aún. Pero nada mejor que leer las escenas del Ángel y Sor Juana en la capilla en que ella aprendió a leer a los tres años. ¿Se te antoja?
Mi idea es hacer una re-presentación del libro que tenga tres componentes: que se lleven su libro impreso, directamente de la mano del autor -que se los entregue él, no un dependiente de tienda de cadena- y autografiado; que visiten algunas de las locaciones y… que escuchen una de las escenas -o dos, o tres- de voz del autor, con la entonación y el sentido que pretendía darle al texto. Por ejemplo, en Catedral, en Palacio Nacional y en Templo Mayor.
¿Les interesa? Estén pendientes a los detalles del primer recorrido en público. Este viernes daré los informes en la página de El tesoro de Cuauhtémoc y aquí, en Dichos y Bichos. Ojo: El cupo es súper limitado en cada recorrido (diez personas máximo), así que ¡aseguren su lugar temprano!
Imagen de hoy queulat00 via Compfight y de las fotos de viaje de @gjsuap
Pingback: Templo Mayor: Una visita literaria. | Dichos y Bichos