
En el siglo I, un centurión romano fue testigo de algo que no podía entender. Clavó su lanza en el costado de Jesús, y lo que ocurrió después lo transformó. Este acto cambió la historia del cristianismo, la simbología, y hasta el arte. Aquí está la historia completa de Longinos y la lanza del destino.
Es el año 33 d.C. en Jerusalén.
Un soldado romano, de nombre Cayo Casio Longinos, recibe una orden:
— Verifica que el crucificado esté muerto.
Toma su lanza y la hunde en el costado de Jesús. El cuerpo ya está inerte. No reacciona. Pero del corte, sangre y agua brotan.
Longinos tenía problemas de vista. Estaba medio ciego.
Según la tradición, un poco de esa sangre le salpicó los ojos. En ese instante, recuperó la vista.
Y no solo eso: ganó la fe en el crucificado. “Verdaderamente, este hombre era el Hijo de Dios” — dijo.
El centurión era Longinos
Su nombre no aparece en los Evangelios. Se refieren a él como “el centurión”. En algunos textos apócrifos se le menciona. Tradiciones como la del cuarto rey mago, preso 30 años y liberado a tiempo para ver morir a Jesús.
Fue la Leyenda Áurea del siglo XIII la que consolidó su nombre: Longinos. El que hirió a Cristo. Creyó al instante. Su último milagro y primer converso de su nueva etapa.
Después de su conversión, abandonó Roma. Se dice que predicó en Capadocia y fue martirizado. La Iglesia lo canonizó como santo.
Y su lanza, tantas veces usada en combate… fue más que una simple arma desde entonces. La Lanza del Destino tiene su propia leyenda e historia.
La lanza del destino
Fue conocida como La Lanza del Destino. Según la leyenda, quien la posea vencerá en la guerra. Quien la pierda, será derrotado.
Estuvo en manos de Carlomagno, Barbarroja, los Templarios…
Se dice que Napoleón la perdió antes de Waterloo. Hitler la buscó obsesivamente.
Su historia nos recuerda la de otras reliquias: aparece, la presumen, alguien la quiere robar, la esconden. A veces, parece un placebo: quien la tiene, cree que lo hace invencible y gana. Pero tal vez hubiera ganado igual sin ella. Otras veces parece que da voluntad superior.
Hay al menos tres versiones que dicen ser la original y única “Lanza del Destino”. La verdad es que, si era una arma regular de un soldado romano cualquiera, lo más probable es que sea la más tosca, burda, sencilla y de hierro. Pero… ¿Por qué tiene una cruz en medio?

De vuelta al Gólgota
Pero volvamos al momento clave del Gólgota. El Evangelio de Juan, 19:34, dice: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”. Eso no es un detalle poético. Es el símbolo de redención y nacimiento de la Iglesia. Y una pista médica.
¿Y fue real? Médicos forenses dicen que el brote de sangre y agua es coherente con una muerte por asfixia, tras flagelación y crucifixión. Que no puede falsificarse el hecho.
Si hubo sangre y agua, hubo asfixia. Pericardio lleno de líquido. Costado derecho. Todo coincide.
El simbolismo es tan fuerte que aparece mucho. Giotto, Caravaggio. Desde la Divina Comedia hasta la ópera. Incluso en tatuajes.
Longinos representa al pagano convertido. Al soldado, que entendió tarde, pero creyó de verdad. A quien, solo haciendo su trabajo, encuentra a Dios.
En la Basílica de San Pedro (Vaticano) tiene una estatua gigantesca. Lanza en mano. Mirada serena. Como si supiera que su acto de abrir el costado pasaría a la historia, daría testimonio de la muerte real y plantearía una nueva era.
Porque “este en verdad era hijo de Dios”.
En el arte bizantino, la lanza de Longinos es el arma que “abre la fuente de la vida”. No fue un acto cruel. Fue profético. Por eso su lanza aparece junto a la cruz en mil íconos ortodoxos.
Y por eso se le tiene en reserva y se exhibe con respeto y cuidado cuándo la muestran.
Longinos, en resumen
Hoy, Longinos es santo para la Iglesia Católica. Murió mártir, sin ojos y sin lengua. Y, aun así, predicaba. Es el santo patrono de los ciegos. Su día es el 15 de marzo.
Y su lanza, una obsesión para reyes, guerreros, y buscadores de reliquias. Y, claro, fuente de relatos.
Una lanza.
Un gesto.
Un pagano que atravesó el cuerpo de Cristo y terminó atravesado por la fe. Su historia cruzó siglos, imperios y religiones.
Y todo empezó al cumplir su trabajo, al seguir una orden militar. Y terminó haciendo de la prédica su forma de vida y de muerte.
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