Es cierto que en la educación pública en México, se refieren a Benito Juárez como el gran héroe de la guerra de Reforma, una guerra civil entre los partidos liberal y conservador. Y como dijimos ayer, su impulso liberal fue una de las más importantes reformas liberales en nuestra historia. Su lucha por la libertad y el respeto de la ley fue similar a la de Lincon: en su momento, parecieron débiles, erráticos y líderes de una facción en la guerra. Pero años después, era evidente que ayudaron a mantener a sus respectivos países unidos y viables y a mejorar la vida de sus ciudadanos.
En el otro lado, Juárez no fue precisamente un demócrata convencido: fue presidente de 1858 a 1864, y de 1867 a 1872. La primera vez que ocupó la presidencia fue por la renuncia del presidente Comonfort; luego ganó una elección, peleó contra la intervención francesa y contra el régimen del Emperador Maximiliano I. En las elecciones de 1871 fue reelecto por tercera vez, en su cuarta ocasión como presidente. Pero fue acusado de hacer fraude electoral. Se dice que Juárez dijo: «Una vez que se tiene el poder, no se le debe soltar nunca». En 1872 murió como presidente en ejercicio. Uno de los candidatos derrotados de la elección de 1871, Porfirio Díaz, oaxaqueño como Juárez, fue presidente de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911… tal como Juárez lo pretendía. Tal vez si no hubiera muerto en 1872, la Revolución Mexicana de 1910 hubiera sido en su contra.