Estamos en uno de esos momentos complicados en la vida: pasó algo que no esperábamos, de una forma que no esperábamos, en un momento que no esperábamos. Parece uno de esas situaciones en las que la vida decide enseñarte que no puedes planear todo, y menos algo tan complicado como el futuro.
Algunos amigos me han dicho: «Tranquilo, todo es cosa de pensar en paz, sereno, las cosas. No te desesperes». Entiendo su buena voluntad y disposición, pero creo que su enfoque tiene una falla importante. Claro que agradezco sus buenos deseos, que quieren mi bien; no dudo de la validez y utilidad de su consejo… Simplemente, no se puede «pensar en paz». Ni en esta circunstancia, ni en ninguna otra.
El pensamiento es, por su propia naturaleza, volátil y disperso. Incluso cuando gira sobre un mismo tema, es recurrente y le da vueltas a una idea. No está en paz. Si logras serenar la mente, si detienes el tren del pensamiento… entonces ya no estás pensando. Simplemente, «estás».
Y eso es lo que voy a intentar: no «pensar en paz», sino «sentir en paz». Y eso, eso si se puede lograr, aún en la peor circunstancia. Y esto, aunque difícil, dista de ser de lo peor… Así que, permiso, es momento de «sentir en paz».