¡Qué cosas tiene la vida! Estos últimos días mucho tiempo se me ha ido en pensar lo que quiero realizar en más de una de mis metas. Y, paradójicamente, muchas personas me han recomendado que actúe… en cosas que ya estaba haciendo desde antes.
No sé, parece que me veían la cara de que pensaba y pensaba sin hacer nada. Tal vez no se habían dado cuenta de que el verdadero problema no radica en mi falta de acción, sino en la mala comunicación de lo que ya hacía en ese tema.
Claro que entiendo la lógica: si no te ven hacerlo y no dices que lo estás haciendo, pues entonces NO lo estás haciendo y punto. Nada que alegar, porque las cosas no pasan. En realidad ocurren, pero nadie las nota. Es como en aquel acertijo: «Si un árbol cae en el bosque y nadie está allí para oírlo caer, ¿hace ruido?».
Pensar es el primer paso.
Así que el tema de pasar a la acción incluye, sin lugar a dudas, pensar como el primer paso. Alguien se quejó -un poco veladamente, pero la queja estaba allí- de por qué no había actuado hace un año para hacer lo que quería hacer entonces y que hice ahora.
Sí, las condiciones positivas para eso estaban dadas entonces. No las óptimas, pero bastante buenas. Sin embargo, mis dudas -y las de la contraparte- no ayudaban. A final de cuentas, tras pensar un poco y actuar rápido, las cosas fluyeron rápido y el tema estaba resuelto pronto.
Por supuesto, no bastó un momento para resolver todo. Pero tras pensar y pensar mucho, pasar a la acción fue relativamente rápido. Y parece que no es algo aislado: en agosto suelo hacer recuentos de logros inesperados.
También hay que actuar.
Pero no todo es pensar: también hay que actuar. Por ejemplo, en otro tema que tenía tres meses en el tintero. No hubo avance alguno. Porque decidí esperarme a que fuera más cerca de la fecha. Y sí, llegada la fecha y a punto de acabarse agosto, ya no fue posible hacerlo porque el tiempo se agotó.
No pasa nada, no era algo grave; pero de haber actuado antes conforme al pensamiento hubiera sido mucho mejor. Sí, el exceso de confianza no ayuda a que las cosas se resuelvan pronto y bien. «Si se puede fácilmente», piensas. Y, al final, no se puede por el exceso de confianza.
Alguien me decía «lo que más me desespera es que contigo nada es firme o definitivo». Tal vez tiene algo de razón, pero no en todo momento: cuándo un curso de acción está claro y definido, nada me detiene para actuar rápida y efectivamente. Las dudas pueden inmovilizarme, y más en condiciones de incertidumbre. Pero no me detienen. Y eso es algo que no vio: todo lo que dije que iba a hacer lo hice, excepto en aquellas cosas en que la terca realidad cambiaba de más.
Imagen de hoy Frank Hemme