Hay personas que no entienden la trascendencia de lo que hago. «¿Para qué escribir si nadie te va a leer?» «¡No tiene caso que hagas eso!» «¡Déjate de tonterías y consíguete un trabajo de verdad!». Esas u otras frases similares son algunas que escucho reiteradamente, y me parece a veces que cada vez con más frecuencia.
Ya les he comentado que una de las lecturas que más recuerdo de mis años universitarios fue «El peatón», un cuento de Ray Bradbury que narra la historia de un escritor, un desempleado y socialmente inútil individuo que vaga en las calles hasta que una patrulla robot lo arresta porque… no hace nada útil, mientras que en todas las casas por dónde camina se ven familias viendo la tele o las pantallas.
Esa lectura me hizo pensar en el rol de los escritores. ¿En el futuro, de verdad las personas seguirían leyendo? ¿No conviene más dejar de escribir y hacer otra cosa? La gran paradoja es que en el tiempo actual hay demasiado por leer -a veces hasta gratis- que pocas personas parecen hacerlo ya por gusto. Pero aún las habemos, así que no pierdo la esperanza totalmente.
Trascendencia: toda tarea es pequeña.
Viendo las cosas con detenimiento, estarás de acuerdo conmigo que cualquier tarea, grande o pequeña, empieza siendo algo fraccionable en tareas tan pequeñas que se vuelven intrascendentes. Piensa en la llegada del hombre a la luna: cientos de técnicos en paneles de computadora revisando una tarea -de manera redundante, porque lo hacía al menos otra persona al mismo tiempo en otro lado, para evitar errores-. ¿La manguera de combustible estaba fluyendo bien, sin taparse? Va…. que bueno. ¿La inclinación del motor era la adecuada? ¿Si? Entonces vamos bien… Y así, centenas de miles de pequeñas tareas repetitivas hacían posible una de las más grandes hazañas humanas.
Claro que hay tareas repetitivas que parecen muy menores. Barrer un parque. ¿Para qué, si se volverá a ensuciar pronto? Otras se ven colosales. ¿Traer un contenedor de productos de China y venderlos en todo el país? Wow, suena a algo grande… pero siguen siendo apenas unas llamadas, unos correos electrónicos y una transferencia bancaria. Cinco o diez tareas pequeñas y mundanas.
Cada vez que me abruma pensar en algo así recuerdo en los constructores de catedrales: Un cantero podía trabajar quince años en picar la piedra de un par de piezas que se esconderían en plena vista, en un edificio que tomaría dos siglos en construirse. Jamás se notaría su esfuerzo individual. Pero si no lo hacía, si se notaría en el producto final.
Trascendencia: Todo es picar piedra…
Trascendencia: Todo es picar piedra… hasta que terminas de construir una catedral. Escribir: todo es juntar teclazos, hasta acabar un párrafo, luego una página, seguir con un capítulo y terminar con una novela. Juntar golpes uno a uno hasta que tienes setenta mil palabras, medio millón de caracteres. Y entonces, ponerlo a disposición del público y esperar que les guste.
Veía con interés un blog en que colaboro regularmente: En 2014 recibió unas 50,000 visitas. El año pasado fueron 130,000 visitas. Su mejor día tenía 500 visitas hace dos años. Su peor día del año pasado tenía 700. Todo ha sido cosa de no dejar de estar, publicar, comentar y atender a las personas. Y algo parecido pasa aquí: hay días de 30, hay días de cien lectores. Pero cuándo volteas, golpe a golpe tienes otras cien entradas y casi treinta mil visitantes.
Y lo mejor, que en felicitaciones y mensajes de fin de año, muchos amigos y contactos decían: «Escribes muy padre…», «me gusta leerte…», «espero tu siguiente libro con ansias….», «espero que tu siguiente novela no tarde un año más…». Y si, sigo pensando que escribir es un placer solitario, que difícilmente podría llamar trabajo… porque es un deleite. Pero que me gusta mucho saber que también les gusta y lo disfrutan. Así que, como dice Vicente Fernández, «mientras ustedes sigan aplaudiendo (o leyendo), yo seguiré cantando (o escribiendo)». Gracias por estar con nosotros un año más. Acá seguiremos, picando piedra, juntando tareas menores… sin ovlidar que la trascendencia es picar piedra… hasta terminar la catedral.
Para terminar por hoy, ¿Me regalas un comentario sobre lo que te gusta de este blog, o qué te gustaría ver? Gracias de antemano.
Imagen de hoy Tony Bowden via Compfight
Gracias por compartir tu artículo Gonzalo. Creo que cualquier persona se vería reflejada en esto que escribes. Al menos yo resoné con esto. Inevitablemente comparo esto con la recomendación de Dale Carnegie para manejar el estrés, cuando por ejemplo uno ataca una tarea enorme: "vive en compartimentos de un día" o "live in day-tight compartments". A mi me funciona también la respuesta que me dio mi sobrina cuando le pregunté ¿cómo te comerías un elefante?. Me contestó que comenzaría por la parte más desagradable, como por ejemplo la cola, y terminaría en la trompa. No es genial? Saludos y feliz año.
A veces hay que voltear hacia los niños para sacar más ingenio, sentido común y creatividad. Saludos David y gracias por leer.