Estos días hay una epidemia en el aire: los «candidatos independientes» a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México empiezan a abundar. Creo que un ejercicio de democracia directa es positivo sin duda, pero para el caso concreto me parece un tanto ocioso, inútil y absurdo. Son vaciladas, pues.
Y no son sólo las «candidaturas independientes». Es todo el ejercicio. Es decidir que dejemos de ser Distrito Federal para pasar a ser otra cosa, que no es precisamente un Estado, sino quedamos en el intermedio rol de ser «una entidad». Luego, pretender hacer una nueva Constitución «que garantice los derechos alcanzados», pero que no tendrá su correspondiente dosis de obligaciones adicionales. Y luego… convocar a la Asamblea Constituyente.
Vaciladas: La Constituyente.
Por lo pronto hay un «Consejo de Expertos» que están redactando un «borrador de la Constitución» que será el documento que se pondrá a discusión de la Asamblea Constituyente. Eso me parece absurdo: los expertos, si son expertos, harán la mejor propuesta posible. Los cambios que se le propongan serán políticos y no técnicos. Es decir, las cosas bajarán del óptimo a alguna solución menor.
Luego, los políticos que lo discutirán tienen una fórmula extraña: con representación de Presidencia y del Gobierno de la Ciudad, de ambas cámaras… y con diputados electos. Esto es, una combinación que pretende representar lo mismo a los poderes ya constituidos que a los partidos políticos, en un balance similar.
Las Constituciones tienden a crearse en momentos de rompimiento del orden previo: Tras las guerras de independencia en México o en Estados Unidos; tras una guerra civil -como las de la Reforma o la Revolución- o tras un cambio drástico de un gobierno. Una Constitución que surja «de la nada» es atípica: si la que tienes funciona, ¿para qué la cambias? Y si no funciona, ¿por qué crees que una, surgida del mismo grupo, servirá de algo?
Creo que el alegato para cambiar de Distrito Federal a Ciudad de México pasa por dos momentos: el interés del gobierno actual de «hacer algo importante», algo trascendente tras sus magros resultados y baja popularidad. Y la aceptación del gobierno federal quien se anticipa a que, tras gobiernos de izquierda desde 1997, el descrédito de la administración actual puede provocar una derrota de ese partido: buen momento para planear su (posible) administración. Es decir, cede porque espera ganar.
Aún así, creo que los quinientos millones de pesos que se gastarán en el ejercicio serán inútiles e injustificables: complicar más el marco legal no genera beneficio alguno; elevar «a rango constitucional» local los derechos alcanzados tampoco garantiza ni que se van a aplicar ni que se van a mantener -la Constitución es modificable-. Y ampliar la burocracia tampoco ayuda en gran medida.
Vaciladas: los independientes.
Y entre las vaciladas que la nueva Constitución de la Ciudad de México traerá, las peores son los «candidatos indpeendientes». Ya he recibido correos e invitaciones de al menos tres personas que quieren ser diputados -en un cargo que será estrictamente honorario, sin pago, y que les quitará al menos seis meses de ingresos….-. No lo entiendo. No lo entiendo porque, de un lado, requieren más de 74,000 firmas sólo para ser candidatos. Y luego deberán hacer campaña para ser electos.
Sospecho que tu nombre en una placa que diga «Constituyentes de la Ciudad de México» debe ser muy padre. Que alguien considere ponerle tu nombre a una calle (aunque no lo hagan). Que de allí en adelante a cuanto foro o discusión te presentes te anuncien con ese exclusivo rango….
Lo que más me entristece son los argumentos: «Para rescatar a la política de los partidos». «Porque yo si soy honesto y trabajador». «No cederé ante grupos o intereses». Si es así, ¿por que no afiliarse a un partido y hacer política con los políticos? Y si de verdad no tienen grupo ni interés, tendrán fuerza para representar… ¿a quién? ¿A ellos mismos? No sé, no creo esos argumentos.
Porque, a final de cuentas, ser uno en cien y pensar que podrás imponer tus puntos de vista a los demás me suena, por decir lo menos, petulante. Y si sabes que no pintarás en realidad, ofrecerte como «la última Coca-Cola en el desierto» me parece más deshonesto que la política tradicional.
Dicho lo cual… les aviso que me lanzaré para Diputado a la Asamblea Constituyente. No haré campaña y les encargo que me junten las firmas. O tal vez inicie una campaña en Change.org para salvar la vaquita marina, hacerle un monumento a Keiko (y apoyando mi candidatura a la vez). Prometo no hacer nada, presentarme a las sesiones a levantar el dedo y ni siquiera cobraré. No creo que puedan encontrar una oferta política más honesta y franca. Y eso sí hace una diferencia total. ¿Me eligen?