Este fin de semana cumplimos 100 años del llamado de Franciso I. Madero a las armas, a fin de procurar construir una democracia. O al menos, de hacer que Porfirio Díaz cumpliera el lema bajo el que se hiciera famoso al levantarse en armas contra Juárez primero y contra Lerdo después: «Sufragio efectivo, no reelección». Aunque hay quien dice que, tras el interregno de Manuel González entre 1880 y 1884, don Porfirio sólo movió una coma en el texto para dejar «Sufragio efectivo no, reelección». Pero vamos adelante: hay más que analizar sobre el manejo de imagen en la Revolución
Me llamó la atención un detalle en la iconografía revolucionaria: en el festival de una escuela, viendo las «estampitas» de héroes a escala monumental, todos los héroes de la guerra de Independencia carecían de bigote (aunque usaran unas patillas largas largas); pero los héroes -y hasta los villanos- de la Revolución tenían bigote y hasta barba. Es decir, en cien años el reclamo de una vida mejor permanecía intacto; el tema era si usar o no bigote. Y todos los pequeñitos bailarines usaban sombrero y bigote pintado; en algunos casos, cananas o rifles y ya estaban listos… ¡eran revolucionarios!
Tal parece que parte de su gran mérito como líderes fue el manejo de la mercadotecnia política: los cuatro grandes, Zapata, Villa, Madero y Carranza tenían un look, un estilo particular único e irrepetible: ya sea el metrosexual de rancho, el explorador inglés del desierto, el catrín de levita o el moderno Moisés de lentes circulares, todos tenían elementos identificadores muy claros. Si vieras a Zapata vestido de catrín, deja de ser el General Zapata… ¿o no?
También reflexionábamos en una cosa más… Misma que comentaremos mañana en este blog.
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