Buscando el Tesoro de Cuauhtémoc

Buscando el Tesoro

Buscando el Tesoro

Hace poco fui con un grupo grande a Templo Mayor. Estábamos buscando el Tesoro de Cuauhtémoc. Y lo que nos encontramos fue… sorprendente. No solo por el hecho de compartir fragmentos de la novela en el lugar en que ocurren. O por ver a todas las personas interesadas en el lugar. Ni por descubrir que mucho de lo que nos han contando es mentira. Todo eso contó, pero no fue lo único que estábamos buscando

No. Fue que era un grupo que no se formó por las visitas literarias, nuestro servicio con el que visitan con un autor el lugar en que ocurren las cosas. Fue porque se trató de un grupo familiar. La promotora con sus hijos, su hermana con su esposo y sus hijos; las abuelas y su cuñada con su familia. ¿Y saben qué fue lo mejor? Que cada quien fue descubriendo lo que le llamó la atención, preguntando y deteniéndonos según el interés de cada quien.

Así que la idea quedó muy clara: estas vacaciones, pueden organizar su grupo familiar y tener una visita exclusiva. Es muy simple: Reúnen un grupo del número de personas que quieran, entre 4 y 16. Las que ustedes digan. Estaremos buscando una fecha y hora que a ustedes les convenga y que yo pueda. El recorrido cuesta $2,000, incluye 4 libros autografiados y la visita guiada que dura entre 3 y 4 horas, incluyendo Templo Mayor, Palacio Nacional y Catedral. Puede ser por la mañana o por la tarde. Listo. El boleto termina costando entre $500 y $65 por persona, dependiendo de cuántos van. Buscando grupos más grandes, sale más barato. Pero con poco dinero pueden tener una visita privada.

Si, es una opción que vayan nada más dos personas (por $2,000) y se llevan sus cuatro libros: uno para ustedes y tres para regalar, dedicados a quien me digan. Nada mal.

Digo, ya hemos hablado de las cosas que están en el tintero en materia de creatividad. Pero… «El Tesoro» ya no es un proyecto. Y ahora que está la exposición sobre color en el Imperio Azteca, las cosas se ven muy diferentes. Así que aprovechen las vacaciones escolares y armen su grupo, para hacer algo diferente e interesante. Y para que se den una idea, aquí les dejo un fragmento de un capítulo:

Buscando el Tesoro.

Dentro de la ciudad amurallada que es el Templo Mayor, destaca uno de los palacios, dedicado a una escuela de alto nivel: el Calmécac. En él, hijos de la casta dirigente y muchachos realmente talentosos del resto de la sociedad se preparan para ser sacerdotes, militares o funcionarios de gobierno.

Por supuesto, en este grupo de jóvenes de lo más refinado de esta sociedad destacan los príncipes, hijos o sobrinos del Huey Tlatoani. Cuitláhuac ya es maestro al tiempo en que Cuauhtémoc asiste a los últimos años de su formación. El primero, hermano del Huey Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin y el otro, su sobrino. Los casi veinte años de diferencia hace que, al verlos juntos, se reconozca el parentesco pero se marque la edad. Ambos están en la línea de sucesión al trono.

Pero al contrario de Europa, acá la cuestión no depende únicamente del linaje real o de la sangre que portes. Hay una elección en la que participan los ancianos notables, el equivalente al Senado. También hay una cámara con representación de los gremios profesionales y comerciales y los 20 calpullis o barrios. Es el equivalente a la Cámara de Diputados.

Y si bien los miembros de la “familia real” tienen ventaja, su designación no es inmediata: requiere un voto de confianza de ambos órganos de gobierno: de los representantes de la nobleza y de los representantes del pueblo. Y no siempre estaban de acuerdo. En más de una ocasión el nombramiento no recaía en el hijo mayor del emperador actual, porque había talentos que la naturaleza le negó y el Calmécac tampoco le desarrolló.

Cuitláhuac y Cuauhtémoc

Cuitláhuac era un gran guerrero. Destacaba en el Calmécac lo mismo por sus cualidades de liderazgo como por sus habilidades en el combate. Se sabía hacer querer por sus compañeros y seguir por sus alumnos y tropas. Ya había participado en varias Guerras Floridas, trayendo prisioneros en cada ocasión.

Y aunque su talento era grande y lo había pulido con el tiempo, también era innegable que nadie quería hacer perder al hermano del Huey Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. Más valía “equivocarse” en algún momento crucial en el juego o en el combate antes de equivocarse al hacer quedar mal a Cuitláhuac. Ya desde sus años escolares el mote de “Invencible” le iba bien.
Ahora, como Tlamatlinime o maestro del Calmécac, era uno de los más respetados y seguidos. Su clase era pequeña, porque seleccionaba específicamente a cada participante por sus resultados previos y por recomendaciones de sus colegas. Era, por decirlo en términos modernos, un maestro extraordinario para un cuerpo de élite de estudiantes.

Por su parte, su primo Cuauhtémoc, casi veinte años menor que él, cumple sus labores de guerrero, pero es la mística, la labor sacerdotal la que más le llama. Siempre es el primero en realizar sus oraciones y en cumplir las prácticas ascéticas, sea las perforaciones o los ayunos; las largas oraciones en una misma posición o las discusiones filosóficas entre maestros y alumnos. Eso no lo hace menos guerrero; pero su afán por ganar la lucha interna es más fuerte que el que tiene por doblegar a un enemigo…

 

Lee la novela El Tesoro de Cuauhtémoc impresa o en libro electrónico.

Participa en una de nuestras visitas especiales de vacaciones.
Para más detalles, escríbeme a gonzalo @gjsuap.com.

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