¡A reír!

¡Sonríe!

¡Sonríe!

Una de estas noches mi hija me invitó a sentarme con ella a ver una película. Temía que volvería a toparme con Mi Villano Favorito o Lluvia de Hamburguesas, pero no: trajo de la videoteca de la casa un interesante documental de la BBC, «el rostro humano». Y yo pensaba que se aburriría a la media hora, pero no: vimos dos episodios completos.

Para quienes no ubican esta serie, es una que refiere sobre ciertas peculiaridades del rostro humano como herramienta de comunicación y de expresión. En un episodio vimos la fama, qué es y cómo se produce -a partir de que podamos reconocer un rostro famoso-. Y al ver eso encontramos muchas peculiaridades, como el hecho de que los rostros famosos lo son porque tienen un rasgo distintivo que lo aleja de los «rostros perfectos» y los hace reconocibles. Y me acordé de los gruesos labios de Angelina Jolie o de Julia Roberts, la nariz de Gerard Depardieu o el lunar de Robert de Niro, aunque ninguno de ellos salía en el documental.

En otro episodio encontramos los detalles de la microespresión y cómo podemos «mentir» a la vista de todos, y a la vez ser descubiertos. Curiosamente, ilustran el punto con el video de Bill Clinton en que dice su célebre «I never had sex with that woman» y mi hija gritó: «¡¡mentiroso!! Se le nota que está mintiendo, papá!». Y si, las microexpresiones de su rostro lo delataban… aunque era obvio después: la frente con arrugas, la nariz y labios en forma de descontento, la evasión de la mirada… Y todo ello en un cuarto de segundo.

Pero lo más relevante del documental fue encontrar que en la India hay «paraísos de la risa»: centros de reunión y escuelas en las que las personas se reúnen para… reiírse. Se trata de sesiones de 15 a 30 minutos diarios, en los que practican diversos ejercicios para inducir la risa. Y esto tiene efectos terapéuticos y el en bienestar que no son nada despreciables y equivalentes hasta cuatro veces el mismo tiempo haciendo ejercicio.

Esto porque se liberan endorfinas, se eleva el flujo sanguíneo y la oxigenación de la sangre, se mueven los músculos -principalmente de la cara, pero de todo el cuerpo, particularmente en el abdomen- y porque al hacerlo socialmente, la risa se contagia y llega a mayores niveles de intensidad y continuidad.

Lo curioso es que el proceso es simple: en inglés, «fake it until you make it». Fínjelo hasta que lo logres, dice el fundador de la técnica. Empiezan «fingiendo» que ríen y en menos de un par de minutos el grupo, de unas 80 a 100 personas, está carcajeándose y botados de risa. Incluso, lo llevaron como terapia a las prisiones, mejorando la conducta de los internos y hasta de los guardias. Nada mal. Y la idea funciona tan bien que, al momento de filmar el documental, había en la India 600 «paraísos de la risa» y otros 800 en el resto del mundo. Nada mal para una idea que mueve a risa.

Y viendo eso, me quedó una idea: hay que reírse. Yo los invitaría a ver Monoaureo.com todos los días -es un compendio de cartones- o, si tienen unos minutos, a reírse… con Juan Pablo II en el domingo de resurrección de 1990 . Y si la risa es contagiosa, prepárense para una epidemia: hay que reír, porque eso mejora nuestra vida. (A menos, claro, que le teman a los payasos. O a los Papas…)


Imagen de hoy porDietmar Temps via Compfight

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