Ayer me tocó un interesante debate con un buen amigo sobre el nuevo Aeropuerto. El debate fue largo y ríspido a ratos. Más que nada porque se hacía en un foro público y muchos de sus amigos están en contra. Así que pronto pasó de ser un intercambio de ideas entre dos amigos a un aquelarre de parte de los espontáneos participantes.
Algo si me hizo ver la situación -y concuerdo con @shiftingmirrors en ello-. Ya no es un tema técnico, sino político. Muchos quieren que se cancele porque AMLO lo prometió en campaña. Es importante ver que se enfrenta al «gran capital» en algo emblemático. Es más una urgente victoria simbólica antes que la urgencia por resolver un problema y lidiar una realidad.
Pero si, el pobre «nuevo aeropuerto de México» está enfermito de su empatía: muchos lo odian, y los pocos que lo quieren son incapaces de expresar claramente por qué es conveniente.
El nuevo aeropuerto
Veamos: el aeropuerto Benito Juárez no tiene mucho espacio para crecer. Tiene dos pistas -que, en la práctica, funcionan como una-. No hay mucho espacio para hacer otro par de pistas. En las horas pico, ya mete o saca un avión cada dos minutos. Está saturado.
Hacerlo en Santa Lucía es más complicado. De entrada, es casi el doble de distancia del de Texcoco, con la agravante de que la única vía hacia allá, Indios Verdes, está saturada y lo que le sigue. Sí, se podría extender el tren suburbano de Cuautitlán, pero eso implicará inversiones enormes. No puede funcionar adecuadamente con el Benito Juárez. En fin, hay muchas razones técnicas para decir que no.
Pero… el verdadero problema de fondo está en que la discusión no es técnica, sino política. Es si debemos tener un aeropuerto «lleno de lujos» en un país con la mitad de la población pobre. Son los mismos que piden subsidiar la gasolina «para que los pobres puedan tener carro», sin ver que los más ricos reciben más subsidios. Es el tipo de cosa en la que no conviene tanto dar el subsidio generalizado, sino focalizado -aún a riesgos de abusos, compras de votos y desviaciones-. O mejor aún: no subsidiar la gasolina. Aunque «no todos» puedan tener carro.
La idea clave
No es del todo mía ni original. Pero ha sido tan poco usada que es importante recordarla. El consejo venía de un amigo de mi viejo profesor, Edmundo Flores. El entonces rector de la universidad israelí Bar-Ilán me dijo: «lo relevante no es de quién es propiedad una inversión o una empresa, si es pública o privada. Lo importante es que esté bien administrada». Tenía razón. Y más si es pública. Ya si las utilidades se quedan en beneficio de unos cuantos o las utiliza el Estado para dar servicios, es otra cosa.
La idea es ésta: el gobierno mexicano DEBE mantenerse dentro del grupo de propietarios del nuevo aeropuerto. Y más porque no está aportando solo dinero, sino principalmente los terrenos y los permisos. ¿Que es aeropuerto para ricos y fifis? Sí, seguro. ¿Que los pobres nunca viajan en avión? También. ¿Que el gobierno no debe meter dinero en inversiones de lujo cuándo hay tantas necesidades sociales? Eso es en lo que no estoy de acuerdo. Debe hacerlo, si lo hace bien.
El gobierno no debería tener obstáculo para participar como dueño. Porque esa cosa va a ser muuuuy lucrativa. Con 50 millones de pasajeros al año, podrá desplazar a Miami o Panamá como «Hub de las Américas». Y al gobierno le conviene tener utilidades -adicionales a los impuestos o a los pagos de las concesiones-. Serán recursos extra para poder ampliar los recursos para ayuda social. Y no de una sola vez: serán un flujo constante por décadas.
No nos había salido así…
Es la diferencia entre un gasto y una inversión. El NAICM es una GRAN inversión. ¿Que cien mil, trescientos mil, quinientos mil millones de pesos del gobierno se dedican a él? No importa tanto: en tres años podrá recuperarlos, y a lo largo de 50 años, los obtendrá muchas veces. Sí, pospone 3 años la ayuda social por esos montos; a cambio, obtiene financiamiento sano y constante por casi 20 veces ese plazo.
Sí, se requiere «pensar diferente» a lo que hemos hecho. El problema es que, cuándo el gobierno mexicano veía las paraestatales como «ayuda», acababa perdiendo dinero y dejando de ayudar. Allí está el INMECAFÉ. Mientras se manejó como un lucrativo negocio para comercializar el café y pagar buenos precios a los productores, creció la exportación y el consumo. Pero cuándo se optó por subsidiar a los cafeticultores fuera del mercado, perdió dinero, perdió sus beneficios y se acabó muriendo. Porque la idea original no era «pagar subsidios», sino comercializar nacional e internacionalmente el café. ¿Saben quién surgió por esa época con ese enfoque? Juan Valdez en Colombia. Y sí: se enfocaron al mercado y, gracias a ello, dan apoyos, fertilizantes y pagan precios altos. Porque solo compran café de buena calidad. En cambio, INMECAFÉ cerró ante su pésima administración.
El otro ejemplo: Mientras TELMEX fue empresa paraestatal, daba un pésimo servicio y perdía dinero. Cuándo se privatizó -pero más importante, cuándo se hizo accionista al Sindicato-, mejoró su servicio e hizo a su dueño el hombre más rico del mundo algún tiempo.
En resumen…
Lo relevante no es «de quién es», sino cómo se administra. Así que… dejen que el gobierno sea accionista del Aeropuerto. No dejen que lo construya ni lo opere… y con las utilidades que va a ganar, podremos ampliar por mucho los montos para programas sociales. Dejemos de buscar la corrección política.
Imagen de hoy magnetbox. Dedicada a mi estimado amigo Enrique Castillo.