Hay semanas en que los problemas te abruman, en que las soluciones no se ven cerca. Pero están allí. En algún punto. Puedes dejarte atrapar y perder todo. O puedes estar caminando en la dirección correcta para resolverlos. A final de cuentas, se trata de ver las cosas ordinarias con otra visión, con un enfoque diferente.
Porque los problemas no se irán solos, pero si puedes cambiar tu perspectiva sobre ellos y, de esa manera, dejar de verlos como un problema. O, incluso, encontrar soluciones distintas u obvias. Hay quienes hacen meditación, o quienes consultan el tarot o las cartas. También existen quienes prefieren seguir su horóscopo o consultar con oráculos o videntes. Cada quien tiene sus métodos.
Por eso, ahora que mi estimada amiga Alma me comentó que haría una caminata terapéutica en el Nevado de Toluca, me pareció un enfoque novedoso e interesante. Pero por complicaciones de agenda y de salud, no podía atender esa cita. Así que le propuse que fuéramos a un bosque más cerca, menos pesado y que nos permitiera lograr su objetivo. Y aceptó.
Caminando por el bosque…
Así que planteamos ir al Desierto de los Leones, buscando subir lo más posible hacia el cerro de San Miguel. Es un camino relativamente pesado, ya que hasta la cumbre son cuatro horas. La diferencia de altura es de casi un kilómetro, pero el sendero mide 14 kilómetros aproximadamente. Así que pueden imaginar que hay tramos con ascensos muy pronunciados en poca distancia. No es para novatos, pues. Optamos por hacer el recorrido «hasta dónde llegáramos» en dos horas o dos horas y media.
Al final, calculo que habremos llegado a la cota de los 3,000 a 3,250 metros. La cumbre está a 3,750, pero si nos faltaban unos seis kilómetros. O sea, no nos hubiera dado tiempo de llegar y bajar a tiempo por las restricciones de horarios. No importa, la idea era buscar las respuestas que pretendíamos.
Ya les he contado que durante mucho tiempo practiqué montañismo, hasta que la universidad se complicó mucho. Y, por supuesto, también es una inspiración para cuentos (como éste) y hasta para escenas como un par de capítulos de «El Tesoro de Cuauhtémoc«, como bien me lo recordó Alma.
… encuentras soluciones.
La idea en una caminata terapéutica es plantearte algunas preguntas y luego, durante el camino, observar en la naturaleza si encuentras soluciones o indicaciones. Un camino cerrado, una vereda que se pierde; el canto de un ave o la forma de determinada rama. La presencia o no de luz de sol incluso en el bosque cerrado. El retoño naciendo en un punto perdido. Quedarse inmóviles por minutos, tratando de ser uno con la naturaleza y sentirse parte de ella… En fin, varias maneras.
O, por ejemplo, cuándo llegamos al punto más alto de nuestra caminata, nos sentamos a meditar, literalmente en una roca. Y como diez minutos allí, inmóviles, en silencio y con los ojos cerrados, hasta que otros montañistas que, al pasar, nos saludaron y nos sacaron de ese momento meditativo.
Al final, cada uno encontró las soluciones a las preguntas que se planteó -y que, en general, no discutimos entre nosotros-. Las únicas que eran comunes o habíamos planteado como objetivo común, salieron bien. De algunas, pudimos tomar fotos. De otras, se quedan al interior de cada uno. Les voy a compartir una de mis fotos (la que ilustra la entrada, por cierto), y en la siguiente publicación les detallaré parte de lo que pensaba al meditar en ese momento. ¿Qué ven allí?
Imagen de hoy: Gjsuap.
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