Pensemos nuevamente en los dos líderes que estamos analizando a partir del libro de Andrew Roberts, «Hitler y Churchill. Los secretos del liderazgo», estudio que, partiendo de una biografía paralela de ambos personajes, descubre cómo es que se hicieron líderes de sus respectivas naciones y por qué uno tuvo éxito y el otro no durante la guerra.
Winston Churchill escribió:
“Todo profeta debe surgir de la civilización, pero debe marchar hacia el desierto. Debe poseer clara conciencia de lo que es una sociedad compleja y lo que ésta debe ofrecer, pero tiene que vivir períodos de aislamiento y meditación. Este es el proceso mediante el que conforman la dinamita psíquica.”
Para Churchill, esta es energía concentrada que es necesaria para mover las voluntades de los individuos a
fin de superar obstáculos aparentemente infranqueables. El liderazgo, pues, es una mezcla de trabajo en equipo, capacidad de guiar y motivar, y momentos de reflexión solitaria, pues un buen líder sabe asumir responsabilidades.
¿Podríamos hablar que fueron solitarios estos personajes? Si, sin duda en algunos momentos de su vida estuvieron solos, derrotados o abandonados. Tal vez fue notable en el caso de Churchill; ya decíamos que fue degradado tras el fracaso de los Dardanelles; pero además se opuso a la abdicación del Rey Enrique VIII -que quería casarse con la dos veces divorciada Wallis Simpson- y tras ser Ministro de Hacienda hasta 1929 y de proponer de nuevo la adopción del patrón oro, se pasó casi una década en la oposición.
Durante toda esa década advirtió que había un peligro serio de que Alemania creciera militarmente. Advirtió sus avances en la industria aérea, en la construcción de carreteras pero de tipo militar y en el riesgo que era el crecimiento alemán. Nadie le creía, y fue muy atacado por esas posiciones. Incluso, cuando el primer ministro Chamberlain negoció una paz en Praga con Hitler, Churchill le espetó a su regreso:
Le dieron a elegir entre el deshonor y la guerra, eligió el deshonor y además tendrá la guerra
Por ello, cuando tras la renuncia de Neville Chamberlain es nombrado primer ministro en 1940, se volvió una gran inspiración para su país al proponer que no habría ningún tipo de rendición, platica o coexistencia con los nazis, a pesar de que Gran Bretaña quedó prácticamente sola para tratar de contener a los alemanes. Al inicio de su periodo como primer ministro señaló el clásico:
No tengo nada más que ofrecer, que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor
Y aún así, condujo a su país a la victoria. Paradójicamente, se logró la paz en 1945 y él perdió la siguiente elección, quedando nuevamente en la oposición hasta 1950, en que se le elige nuevamente y queda como Primer Ministro hasta 1955. Ganó el Premio Nobel de Literatura -aunque hubiera preferido el de la Paz- y logró guiar a su país gracias a las dificultades que vivió y la energía psíquica que sus largos años de soledad y abandono, de oposición tenaz le permitieron acumular. Sólo así se vuelve uno líder y profeta, sólo así se vencen los grandes obstáculos.