Me encontré entre mis lecturas recientes una anécdota sobre el entonces candidato presidencial Calvin Coolidge. En cierta cena en su honor, asistió Dwitght Morrow. Después de que el candidato se retiró, Morrow dijo a los presentes que en su opinión, Coolidge podría ser un gran presidente una vez electo. Todos los demás rechazaron la propuesta: sentían que era demasiado callado, carecía de carisma y personalidad, y que a nadie agradaría tener un presidente así. Había perdido al auditorio ni bien empezado su campaña.
En ese momento, Anne Morrow Lindbergh (quien entonces tenía seis años, y más adelante sería esposa del piloto Charles Lindbergh y una piloto exploradora por su propio derecho) dijo «a mi me gusta», mientras levantaba su dedo con una curita en él. «Fue el único invitado de la fiesta que me preguntó que me había pasado en mi dedito».
-«Y por ese cuidado en los detalles es que será un gran presidente», añadió el orgulloso Sr. Morrow.
Es cierto que era austero y moderado. Se cuenta otra anécdota en que durante una cena, una mujer que estaba a su lado le dijo que había apostado a que podría tener una conversación de más de tres palabras con él. Sin siquiera mirarla, le respondió: «Ha perdido» y se mantuvo ignorándola el resto de la noche.
Me pregunto cuántos políticos, actuales o de otra época, han sido tan parcos y austeros, pero al mismo tiempo con la atención al detalle. Mañana comentaremos sobre un mexicano similar. Y también me pregunto cuántas veces cuidamos los detalles que parecen menos importantes, como el dedo lastimado de una pequeña niña en una solemne cena con adultos. ¿Me puedes contar un hecho similar que hayas visto o participado?07