Me he encontrado en un mes bastante peculiar: uno que trajo noticias y novedades bastante viejas -algunas de una década de antigüedad-. Y que esperaba que ocurrieran, pero no tan pronto. En ese sentido, ha sido como descubrir cosas nuevas de temas viejos.
Pero, por otra parte, es ésta búsqueda de novedades constantes que parecen guiar nuestra época. En que parece algo es valioso por ser nuevo, aunque ahora tome dos semanas en lugar de seis meses en ser reemplazado por algo más nuevo. La insatisfacción de no estar «en la última moda» acaba molestando a más de uno.
Como creador literario, es complicado ver cómo lo que haces y dices puede no tener el impacto que esperas. Porque no es lo suficientemente novedoso. Me decía hace poco una querida colega: «tu problema es que eres erudito en historia y política y se te nota en tus textos. Como en El Tesoro de Cuauhtémoc. Pero hoy la gente quiere un estúpido youtuber metiéndose un condón por la nariz y escribiendo un libro sobre cómo otros más estúpidos que él pueden imitarlo». Y es cierto.
Descubrir nuevas cosas
La gran paradoja es que me enfrento que muchas de mis ideas, que dejé en el tintero (en distintos temas) brincan ahora como gran novedad de otras personas. A final de cuentas, descubrir nuevas cosas para algunos puede ser abrir el cajón del olvido para otras.
Por ejemplo, muchos saben que se acaba de inaugurar el metrobús de Paseo de la Reforma. Cuenta con hermosos camiones de dos pisos, tipo Ingleses. Lo curioso es que esa idea, «importada de Inglaterra» y surgida allá en la década 1950 (para burlar una norma legal que no permitía hacer camiones más largos), tuvo un antecedente en México. Si, el Routmaster inglés no es tan novedoso como puede creerse…
Resulta que en 1901 la Ciudad de México creó los «tranvías de dos pisos». El objetivo era transportar más pasajeros en el mismo espacio, y aprovechar la concesión recibida. PERO… no funcionaron bien. Eran demasiado pesados e inestables. Se llegaron a volcar un par de veces. Algunos de ellos fueron habilitados como de un piso. Otros, de plano desmantelados. En fin. Que la idea del transporte de dos pisos en la capital ya tenía mucho tiempo. Y era nuestra, no inglesa.
Buscar en los temas viejos
Viene el tema a colación porque me encontré a un viejo amigo. Me recordó que la primera vez que escuchó el modelo de lo que hoy es metrobús fue en 1993. La idea de autobuses circulando en carriles confinados con estaciones a nivel por encima de la calle. Y que me escuchó plantearlo en un foro con funcionarios de la Ciudad de México. Quienes, por cierto, dijeron que no porque «las personas no querran un carril exclusivo para transporte público. No funciona en los ejes viales. Menos funcionará fuera de ellos».
Y otro viejo amigo a quien también me encontré hace poco, me dijo que él se acuerda mucho de que en 2005 planteé la urgencia de un transporte público que conectara Buenavista con el Centro Histórico. Y que contara con ramales hacia Tlaxcoaque y San Lázaro. Claro que en ese entonces la propuesta que hice fue de un tranvía. Y sí, se hizo, pero no como la habíamos propuesto exactamente. Y ni decir que no se nos dió el crédito por ella.
En fin. Que ese encontrar ideas planteadas en el pasado y que alguien más las hizo me incomodó. Pero también me invitó a recordar que no basta soñar ideas: hay que hacerlas. Y eso puede funcionar mucho mejor. Así que trataré una vez más descubrir cosas nuevas de temas viejos, oteando en mis viejos cuadernos de apuntes. Algo bueno saldrá.
Imagen de hoy KomuneOrg y vía colección Allen Morrison.