Me preguntan que cuál creo que es el trabajo más solitario del mundo. Me planteaban que si las duras jornadas del minero, solo en el fondo de la tierra, sin luz, compañía ni plática. Si acaso la labor del pescador, abandonado al mar. El obrero, con sus jornadas repetitivas al pie de una máquina. O el campesino, de sol a sol en el arado o la cosecha. Todas son, sin duda, labores difíciles y complicadas. Son trabajos duros, ni duda cabe.
Pero más solitario sin duda es el trabajo de un presidente. Y más si se trata del presidente de una de las mayores democracias y economías del mundo: Estados Unidos. No tiene amigos verdaderos, u opiniones neutrales en torno suyo. Sus asesores le dicen lo que creen que quieren oír -aunque no necesariamente sea cierto-, en tanto que afuera del gobierno se les ataca por alejarse de la opinión del hablante en turno. Tienen que tomar decisiones que balancean miles de intereses y que afectarán a millones de vidas, no sólo en su país. Y, las más de las veces, ni siquiera pueden justificar el por qué hicieron lo que hicieron ante el ojo público, en buena medida porque actúan con información confidencial. Y todo ello, sin olvidar que son humanos, tienen sólo 24 horas al día y su conocimiento es finito e incierto.
¿Había o no armas de destrucción masiva en Irak? ¿Hizo bien Clinton en lanzar una guerra en Bosnia? ¿Era prudente intentar quitar a Manuel Noriega de Panamá? ¿Pudo hacer algo con los rehenes de Irán? ¿Era prudente apoyar financieramente a México sin el aval del Congreso? Son preguntas cuyo trasfondo real no podemos conocer con certeza. Tal vez dejar de actuar en un contexto determinado hubiera agravado un problema, tal vez no.
Paradógicamente, la única persona capaz de entender a un presidente, de ser lo más neutral posible en dar consejo y que entiende la trascendencia de lo que sucede… es otro presidente. En este momento, el club de los Presidentes de EE.UU. cuenta con apenas cinco miembros vivos: James «Jimmy» Carter, George H. Bush, William «Bill» Clinton, George W. Bush, y Barack Obama (en orden de aparición). Y en los próximos días les contaremos algunas de las interesantes anécdotas narradas en el libro «The Presidents Club. Inside the most exclusive fraternity» de Nancy Gibbs y Michael Buffy.
Me gustó mucho.