Entusiasmo. Eso que te mueve a pesar de tí.

Entusiasmo

Decía Felipe (el de Mafalda) que el ánimo es lo único que pinchar aunque esté desinflado (algo que les recordaba en esta entrada). Y tiene mucho sentido. Lo relevante, sin embargo, es no perder el entusiasmo. Creer que las cosas pueden ser diferentes (y avanzar para lograrlo). Y eso, en estos tiempos que corren, no es fácil.

No es fácil porque tendemos a analizar la realidad. A veces, en exceso. Y eso contribuye a bajar el ánimo al más plantado. Porque no es fácil lidiar con lo que estamos viviendo en estos tiempos, tanto en lo individual, lo familiar, lo social y lo nacional.

Y sin embargo, han habido peores épocas. Recuerdo haber escuchado una vez a Beatriz Paredes: «Los que digan que vivimos los peores tiempos en el país, deberían voltear a ver a Benito Juárez: en medio de una guerra civil, con otro gobernante queriendo mandar en el territorio, y su gobierno apenas cabía en una carroza en la que intineraba buscando refugio y preservar su gobierno». Y tiene razón.

Entusiasmo: aún hay.

Curiosamente, al lado mío en dónde estoy escribiendo hay un joven lleno de entusiasmo. Tiene una intensidad en sus argumentos… que hasta parece que tiene razón y que está redescubriendo el mundo. Tal vez es la enfermedad propia de la juventud: asumir que somos únicos, irrepetibles y verdaderamente especiales.

Todos pasamos por esa etapa. Pero me sorprende escuchar algunos excesos y despropósitos, como que Jesús murió por su exceso de egoísmo, al creerse más importante de lo que en realidad era. Ahora si que «¡Ay Dios, no entiende que no entiende!».

Pero entiendo: esa veta de entusiasmo de la juventud es necesaria para lograr muchas cosas. Y cuándo veo que hay vertientes de ella que ya no tengo, me recuerda que es porque estoy en otra etapa de la vida. Y que esa etapa tiene sus propios momentos, su madurez. Sólo hay que cuidar que el entusiasmo no se acabe.

Imagen de hoy: Entusiasmo por alfcermed (Pixabay)

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