Otra cosa que me fascina es pensar cómo llega un autor, un director de películas, un actor famoso o un artista consagrado a encontrar de qué tema quiere hablar en su próximo trabajo.
Sí, mucho se dice del pavor que genera la hoja o el lienzo en blanco; hay quien recomienda completar totalmente la estructura del diseño previo el desarrollo del texto o de la obra creativa.
Hay quien sugiere que la construcción de las ideas son procesos y técnicas que se deben dominar para poder ser escritor. Yo mismo lo he hecho en algunos textos: trazo de entrada el diseño de libro completo, 24 ó 30 capítulos, para luego irme poco a poco en cada uno. Así, logro a veces escribir un capítulo entero de una sentada; o escribir sin parar 15 ó 20 horas en un mismo día, y me ha pasado que hay capítulos en los que puedes avanzar una o dos páginas cuándo más. Y también he tenido textos que fluyen a su propio paso, sin plan previo, sin idea clara de a dónde van o cuándo estarán concluidos.
Ni qué decir cuando he tenido que compartir proyectos con otros autores, por ejemplo, con mi querido profesor Carlos McCadden hice la traducción de «El pensamiento económico de Aristóteles». Y nos aventarnos una discusión fortísima de entre tres y cuatro horas sobre el sentido de un sólo párrafo, basado en la interpretación de una línea del texto y no era para menos: el cambio de un sentido al otro podía alterar el contenido completo de la idea básica del libro. Realizar ese trabajo fue experimento sumamente lento: si bien el primer borrador me tomó menos de un mes, y la primera revisión nos tomó once meses, fue una delicia de trabajo.
También pienso por ejemplo en la traducción que estoy terminando: pudes avanzar rápidamente con una serie datos pero que sabes que no es un texto tuyo, y que tampoco vas a cobrar sino que es una colaboración voluntaria (de motu propio) que generará frutos sólo si se vende. Es decir, que eres más socio que empleado. Y si bien el material es bueno, no encuentro cuándo y cómo declarar la versión actual como la versión final.
Temo que ya me salí de un tema interesante como lo es determinar el tema de un texto y me quedé en las dificultades para aterrizarlo. Confío en que serán más y mejores los libros que escribiré el siguiente año. Creo que es una buena vía de desarrollo personal y profesional, pero la verdad es que en este momento no sé por qué decidí hacerlo así.
Me ha tomado más tiempo del necesario ese proyecto; pero hoy siento que estamos tan cerca de la orilla y a la vez tan lejos del borde, y es entonces cuando pienso ¿qué hizo a un autor decir hablar de una revuelta indígena poco conocida como lo hizo Ermillo Abreu Gómez en «Canek», o rediseñar la sociedad en la que vivía en un mundo futuro como lo hizo Aldous Huxley en «Un mundo feliz», por mencionar dos de mis libros favoritos? Conocer qué hace que alguien decida el tema de su libro sigue siendo, para mi, una gran incógnita…
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