Musas

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Hay una historia que me sigue maravillando: la de  cómo Gabriel García Márquez escribió «Cien años de soledad», su gran novela.

Relata que su esposa, establecidos ellos en París y considerando que el libro de su marido era lo suficientemente importante como para que le dedicara el total de su tiempo, durante un año ella fue el sostén de la casa: quien salió a trabajar, siendo mujer, en un país con  un idioma que no conoce del todo, es quien pone algo de pan y cebolla en la mesa. Por su parte, el joven periodista queriéndose volver novelista, se dedicaba únicamente a escribir, a plasmar una visión que si bien retomaba historias coloquiales de su familia y de sus pueblo, lo que sería una mera historia local queda convertida en un reflejo de la historia nacional de Colombia con un  contenido poético que nadie más había logrado hasta entonces.

Así, se puede hacer de una historia menor de un cacique local una historia universal que entrelaza la Conquista y la Colonia, la Guerra de Independencia y la época independiente como sombras presentes en los caudillos y los partidos del último siglo colombiano, envuelto todo con la poesía de momentos mágicos.

Lo que no debemos perder de vista es que la musa y la patrocinadora de tal texto fue su esposa: era la mecenas que ponía pan en la mesa y que se encargaba de todo lo demás a cambio de que su marido pudiera escribir. Era tal la pobreza de los García Barch que cuando un editorial argentina acepta la primera prueba y pidió que le mandaran el manuscrito completo, sólo fueron capaces de enviar la mitad del texto, ya que no les alcanzaba el dinero para copiar y fletar el libro completo. Aún así, se volvió una novela icónica del siglo 20 tal que incluso el ex Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton declaró que le encantaría poder leerla en español. Es tal su fascinación con el texto al grado que se compra una casa de descanso en Cartagena de Indias, Colombia, para poder vivir cerca del autor.

Pero todo empezó porque su esposa estuvo dispuesta a apoyarlo con todo y a hacer todo para que él se pudiera concentrar en su libro. El éxito de García Márquez, incluído su Premio Nobel no es sólo de él: es en buena medida de su esposa Mercedes Barch, quien también confío en que la historia que él contaba. Fue ella quien le convenció que valía la pena hacer la novela. Con ese tipo de apoyos, uno puede hacer algo verdaderamente extraordinario.

Y estoy seguro que no es el único caso, pero hoy me vino a la memoria. En verdad que dan ganas de tener ese tipo de apoyo, total, absoluto… y que comprenda de qué va esta vocación de aporrear teclas para transmitir historias. Dichoso quien logra encontrar quien le entienda y le apoye de esa forma… o de alguna otra, aunque sea menor.

Imagen de hoy Creative Commons License Lynn (Gracie’s mom) via Compfight

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