Estas últimas semanas han sido de cambios no previstos, no esperados y no deseados. Suele pasar cuándo algunos proyectos no se logran, pero tienen un efecto cascada unos sobre otros. Como no sale 1, se contamina el 2, que le pega al 3, y que te deja tirado y con el desánimo que termina frenando todo. Encuentras que no estás fluyendo adecuadamente, y eso termina pegándole a todo.
A veces, la vida es así: no todo se logra tal como lo esperabas. Y el tema es peor, cuándo no es totalmente tu culpa y te sientes injustamente tratado o juzgado. Si, todos podemos cometer errores o generar expectativas incorrectas. Tal vez por eso notaron el tono de las últimas entradas del 30 de junio para acá. Causadas por proyectos fallidos.
Pero, aunque importantes sin duda, no son lo único que lo causa: hay más cambios que lograr, que no están ocurriendo ni en la cantidad ni en la intensidad que se esperaría. E insisto: el efecto cumulativo del desánimo por unas cosas que le pegan a otras, acumulando falla tras falla.
Nada es permanente.
Quiero que quede claro: no culpo a nadie más de tales circunstancias. Las decisiones, lo que no funcionó, es básicamente por mi responsabilidad o por mis decisiones. Tal vez tomas una acción basada en un momento de enojo, que hace que las cosas no sean fáciles de reparar. Muy probablemente tengo la razón, pero tal vez no era la forma de plantearlo.
Por si fuera poco, en proyectos que involucran a más de una persona, el resultado no depende totalmente de uno mismo. Todos estamos en este mismo proceso de estrés, expectativas, cambios, ajustes… Y de tener que esperar. Algunos proyectos dependían de que pasara la elección federal. O de que tuviera determinados resultados –spoiler: no ocurrieron-. Otros, dependían de otros cambios derivados de los resultados electorales. Tampoco. Unos más podían surgir con las nuevas condiciones: no se han dado.
Me queda claro que nada es permanente. Todos los proyectos tienen un ciclo, un posible inicio y un final. Si, a veces es tal como lo planteaste. A veces, no. En ocasiones -y a mi me pasa con frecuencia- el arranque es el mejor momento, pero luego se pierde el impulso o dejas de entregar todo al mismo paso. O como me dijeron alguna vez: «no es lo mismo ser explorador, conquistador o colono. Llegar a una tierra nueva, vencer a los que estaban allí o forjar algo nuevo de largo plazo». En todo caso, nada es permanente y debo tener eso claro.
Fluyendo permites el cambio.
Y es que sean proyectos personales, laborales, creativos o con finalidad monetaria, no todo suele salir tal como lo planeas. Es importante tener la capacidad de adaptarte. De ajustar los planes, o de renunciar a ellos. De la mejor manera para todos los participantes. Tal vez tu idea de éxito o del objetivo no es la misma que tiene tu contraparte; tienes que asumir que fluyendo permites el cambio. Aferrarte te daña a ti, a los demás… y hace que el proyecto no se logre.
Pero algo que siempre debes tener en cuenta: no porque algo no pasó como esperabas, implica que la idea o la meta deben abandonarse. Tal vez no ahora. Acaso no con esos socios. Posiblemente en otro contexto, con otro enfoque, con otro fin. No lo olvides, nada más. Las lecciones y buenos recuerdos son permanentes; posiblemente logres la meta en otro momento y en otro contexto. No me pidan que olvide totalmente: si una cosa me tiene aún vivo y creativo, es recordar todo lo vivido, y poder traerlo, de cuándo en cuándo, en sus aspectos positivos o en las lecciones aprendidas, al presente. No olvidaré, pero no olvido que «fluyendo permites el cambio». Eso hay que hacer.
Imagen de hoy: Río por Diego Madrigal en Pexels.com
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