Gran polémica se ha desatado en torno a la Senadora perredista por Michoacán, acusada de pertenecer al grupo delictivo de Los Caballeros Templarios. Lo peor del caso es que la acusación se basa en una fotografía en la que aparece bailando con una de las hijas del líder de la peligrosa agrupación. Para esta mujer nacida en Aguaje Viejo, Aguililla, Michoacán y avecindada en Apatzingán y de 32 años de edad, una foto puede cambiarle la vida para mal.
Primero, debemos señalar que ha sido regidora y líder de los jóvenes del partido en su municipio y luego en su estado, en dónde también fue Secretaria de Juventud en el gobierno anterior. En esta ocasión logró su escaño por la vía de la lista de partido. Contó con el aval de importantes figuras del perredismo, como Pablo Gómez o Martí Bares -hoy Secretario General del Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA.
Segundo, la evidencia «central» de la acusación en su contra es una foto en la que aparece bailando en un festival o algo similar, con una de las hijas de los «Caballeros Templarios». Nada más… y nada menos. Pero esa evidencia circunstancial nos parece, lo menos, débil: no se demuestra que sean amigas siquiera, sino que coincidieron en un momento. Si una foto bastara como prueba, a cualquiera en el Facebook podrían acusarlo de prácticamente cualquier cosa. Incluso, un Santa Claus con una niña en las piernas podría ser acusado de pederastia. Y si se le vieran los calzones a la menor, hasta de pornografía infantil.
Tercero, el hecho de que la Senadora Iris Vianey Mendoza haya pedido que la PGR la investigue y para ello haya renunciado a su fuero por 30 días es una muestra más de que, de su parte, hay conciencia tranquila, y al contrario, que su vida corre peligro a partir de las acusaciones.
Es cierto que los Caballeros Templarios (de los que comentamos algo en Caballeros Templarios, ni temple ni templo) tienen muchos tentáculos en torno a la sociedad michoacana; pero que la senadora Mendoza esté involucrada con ellos es poco probable. Como comentó en entrevista, «temo más ahora que la gente cree que estoy vinculada con ellos; tienen enemigos peligrosos y van a querer atacarme a mi hijo o a mi y todo por una fotografía. Quiero que se investigue el caso».
Y sostenemos que tiene razón: una acusación, basada en una foto y alimentada por las redes sociales no debería bastar para destruir una vida. En el caso de Lucero, como comentamos en su momento, no fue solo la foto publicada en Cacemos a la Cazadora, sino su mal manejo mediático: En Crisis Management ¿O no? señalamos que su respuesta agravó el tema. En el caso de la senadora Mendoza, renunciar al fuero, someterse a investigación y querer probar su inocencia nos parece correcto. Merece, al menos, el privilegio de la duda.