Si tu eres como la mayoría de las personas, al escuchar la frase «la gota que…» piensas inmediatamente en «… derramó el vaso». Eso porque el conocido refrán «la gota que derramó el vaso» es ampliamente citado. Pero como muchos otros refranes, lo tomamos literalmente y no pensamos en realidad lo que pasa detrás de ello. Y ese refrán es un buen ejemplo: culpamos a una gota de lo que ha sido un descuido monumental y una desidia de largo plazo.
Miren si no: para que un vaso se derrame por una gota, el vaso debió dejarse lleno por mucho tiempo, en una circunstancia en la que podría rebasar su capacidad con facilidad; en condiciones normales, se debió observar una tensión superficial tan grande que el vaso ya estaba rebasado con un pequeño domo de agua por arriba de su borde superior. Y aún así, nadie hizo nada por mover el vaso. Se esperó hasta que era demasiado tarde.
También pudo ocurrir que alguien vio que el vaso estaba rebasado, y evadió la responsabilidad de actuar para evitar que si la solución salía mal, lo culparan de ser torpe o de haber hecho algo mal. Total, si la inacción no es castigada pero la acción que sale mal si, no tiene caso actuar.
Lo curioso también es el mecanismo de deslinde de responsabilidades: la culpa es de la última gota, no de quien dejó el vaso muy lleno; la culpa es de la última gota, no del vaso que estaba en posición de rebasarse; la culpa es de la última gota, no de quien hizo que la tubería goteara; la culta es de la última gota, no del tiempo ni del desgaste ni de la falla de materiales ni de nada más. Pobre gota responsable de lo que pasa.
Pero la gota que no es la culpable…
Y esta reflexión no es vana: simplemente, que al leer muchos de los comentarios que le hicieron a @luiscostabonino en su Twitter sobre las memorias que publicó de la campaña de López Obrador (y que hemos comentado aquí), lo culpan de: haber fallado al pedir el «Charolazo»; le critican que sea crítico con su cliente, que debió callarse; lo culpan de no haber gastado más de su dinero en lograr los spots que quería, y dejar que la pobreza de su cliente fracasara; lo acusan de haber sido extranjero en México y haber actuado en política… Lo culpan hasta de lo que no hizo. En verdad, es la gota que derramó el vaso.
Asimismo, eso me hizo recordar todas las veces en que hemos fallado porque «no me dio tiempo de acabar», «no me pidieron que lo hiciera antes», «de haber sabido…» y formas similares de culpar a la última gota, y no al conjunto de circunstancias que nos llevaron allí. Por ello, los invito a impedir que caiga esa última gota o, al menos, a no cargarle toda la responsabilidad a la misma gota culpable sólo de ser la última en llegar al vaso.
Ah! Y muchas gracias a mi estimada ex alumna Tania Lara (en Twitter, @politex) quien me escribió recientemente «Me encanta la pasión y constancia que le pones al blog… Supongo que es tu manera de seguir dando clases». Esa es la gota que colmó mi vaso… de alegría: si, entendió de qué va este esfuerzo de escribirles a cada rato. Claro que lo hacemos con gusto y me gustaría ser aún más constante y tener aún más lectores. Pero vayamos paso a paso, que en algún momento llegará la gota que llenará el vaso y tirará mi servidor por «exceso de tráfico». Hasta entonces, continuemos…
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Imagen de hoy por Neal Fowler via Compfight Aquí apoyamos y usamos Creative Commons.