Después de las tragedias médicas de la semana pasada, incluyendo el par de infecciones que me atacaron la semana pasada en simultáneo, y los exámenes médicos que probaron que, si bien no estoy grave, no estoy nada bien… sucedió otro pequeño accidente. Se me rompieron mis anteojos. Todos los que usamos lentes sabemos que esa es una mala -pésima- noticia. Requería unos nuevos a la brevedad. Aunque «la brevedad» fue casi una semana. Sí, es posible tener «micas en una hora», pero no con la graduación exacta que necesitaba, con un armazón a mi gusto y con un precio a mi alcance. ¡Vaya! Parece que quería todo. Y sí: son una herramienta imprescindible.
Ni modo: no sólo las micas ya estaban muy rayadas: la graduación no era la correcta. Vaya: ya no me servían. Ya saben cómo es eso: como el daño de los lentes es muy gradual, hoy ves casi igual que ayer. Claro que tras casi siete años, el daño acumulado ya no era «pequeño» o «casi igual»: al final, era casi una dioptría adicional la que se requería.
Así que, literalmente, en lo que esperaba algunos de los exámenes necesarios, pasé a la óptica dentro del mismo laboratorio. Había visto unos que me gustaron a buen precio en otro momento. Decidí que «ahorraría un par de meses» para comprarlos. Sin embargo, la realidad, la terca realidad, tenía otros planes: urgían. No podía esperar.
Lentes nuevos…
La novedad es que ahora tienen tres graduaciones en vez de dos: para ver de cerca, para ver de lejos… y para vista cansada. Ni modo: es lo que se necesita. El detalle es que no le encuentro aún el acomodo a los nuevos lentes. Porque para ver de lejos o a distancia media, veo «apuntando con la nariz». Pero para leer, veo hacia abajo, en el borde inferior. Y aún no me acostumbro.
Eso me hizo recordar lo que en verdad dice la Teoría de la Evolución de Darwin: la especie que sobrevive no es la más fuerte, o la más rápida, o la más inteligente. Eso ayuda, pero no es determinante. La especie que sobrevive es la que mejor se adapta al cambio. No tengo que aferrarme a lo viejo, o hacer las cosas «como siempre se han hecho». Debo ser flexible y acomodarme.
Aunque eso, hasta ahorita, implique que me duela el cuello de tanto moverlo… y de ver la pantalla de la computadora de una forma diferente. Al menos ya los tengo y es cosa de adaptarse.
«¿Y a mí qué me importa?» dirá más de un lector. El beneficio es que leerán textos más limpios. Porque ahora con estas gafas nuevas, veo más lo que antes se me pasaba de alto. Espero, al menos, que ese sea un buen motivo para mejorar la calidad de este blog. Por lo pronto, ya estamos estrenando.