Cronoviajero: para atrás y para adelante

Cronoviajero
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Esta semana me pasó algo muy curioso: por distintas circunstancias, me la pasé de cronoviajero. Esto es, viajé en el tiempo hacia el pasado y hacia el futuro. Eso hace una experiencia muy interesante sin duda.

Claro que todo eso lo logré sin salir del momento presente. Acaso, al revés: porque lo viví intensamente, es que puede visitar esas otras posibilidades de ayer y construir mejores opciones para el mañana.

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Si, todos tenemos la curiosidad sobre cómo sería poder viajar en el tiempo. Ver a los dinosaurios vivos. Visitar Tenochtitlan antes de la conquista. Oír predicar a Jesús. Incluso, asomarnos a los resultados del Superbowl para poder apostar con toda certeza sobre el resultado. Saber qué se pondrá de moda o qué pasará después de que hayamos muerto. Es una curiosidad muy humana y de la que la ciencia ficción ha dado una buena cantidad de aproximaciones.

De hecho, en mi novela «El tesoro de Cuauhtémoc» juego con esa idea: hay un muchacho de estos tiempos que puede ver lo que pasó en la Noche Triste (o, más bien, la Noche de la Victoria del Invicto Cuitláhuac, como le llama la tradición náhuatl) y Cuauhtémoc puede asomarse al México actual. Claro que en ese caso se hace mediante visiones y no hay equipo involucrado.

Por supuesto, hay quien intenta construir una máquina para viajar en el tiempo. Eso parece poner limitaciones. Otras versiones dicen que nuestra alma es capaz de moverse hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, y es lo que permite que existan videntes.

Alguien me recordó esta semana los trabajos de Garnier Malet que ya les había comentado antes. Sí, es posible visitar el pasado, presentes alternativos y el futuro. Y saber qué hacer para construirlo.

Para atrás…

Visité mi universidad en horario «normal» de clases. Suelo ir mucho, pero a eventos de exalumnos o por la tarde-noche, horario en que los movimientos son menos intensos. Y me pude econtrar con profesores que me dieron clase o con compañeros que estudiaron conmigo y ahora son profesores.

Ni que les cuento: gratos recuerdos, muchas emociones, comparar lo que habíamos soñado con lo que hemos logrado y largos, emotivos abrazos. Y poder recordar algunas historias y anécdotas que vale la pena recordar.

En ese sentido, fue un viaje hacia el pasado. Pero lo más triste, recordar lo que no fue porque no hice lo correcto en ese momento. O porque subestimé lo importante que podía ser determinada idea. Hoy, 15, 20 años después se ven muy distintas.

… y para adelante.

La ventaja de revisitar el pasado es que puedes repensar el futuro. Ver qué puedo hacer diferente y qué me ha fallado. Que proyectos debo abandonar y cuáles replantear de otra manera.

Tal vez, más importante que eso, pensar los «porqués» de las cosas. Si al final escribo por el gusto de hacerlo, ¿importa tener muchos lectores? No. Con que lo leyera yo, basta. Sin embargo, si los materiales que comparto son importantes -por ejemplo, Clara Sandra solía soñar tiene un mensaje muy valioso para los jóvenes- y no los enfatizo lo suficiente, eso se pierde.

Si de verdad me importa que más jóvenes lo lean, debería hacerle más publicidad. NO importa que ya esté gratis en el sitio, o que se pueda comprar impreso o digital en Amazon. Hay que hacerle difusión. Porque el mensaje importa.

Se trata de construir un mejor futuro. Para eso se hizo. Y no está cumpliendo ese objetivo, por lo tanto, no sirve adecuadamente. Ese es el tipo de cosas que me hizo pensar el ser un cronoviajero esa semana.

Imagen de hoy: Photo by kalhh (Pixabay)

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