Estos días tan raros nos ha tocado ver algo incómodo: se supone que el papel de las leyes es normar las conductas de las personas, sean físicas o morales. O, en el peor de los casos, sirven para resolver conflictos. Pero tal parece que en nuestro país ninguno de los dos roles es el adecuado para nuestras leyes.
El problema es que si no sirven para esas tareas, entonces ¿para qué las tenemos? Será importante dilucidar un poco sobre este tema. Lo preocupante es que ni la autoridad entiende que está obligada a «cumplir y hacer cumplir la ley».
Y el problema no es lo que ellos hagan o dejen de hacer: el problema es que están dando una anticlase de civismo: si ni la autoridad hace caso a la ley, ¿Qué debemos hacer el resto? Es complicado, dicen. Una mala señal por dónde se le vea.
Leyes: Normar conductas individuales
Un pequeño ejemplo: ayer me encontré en Twitter una denuncia de un ciclista urbano: iba circulando sobre el carril del Metrobús en Reforma, y un conductor «le echó encima la unidad», afirma. Dice que usó ese carril porque la ciclovía está en obras y no se podía usar. Eso es cierto. Pero pedía que se sancionara al conductor del camión que «casi lo mata».
Bueno, he pasado por allí y me consta que la lateral está cerrada por obras. Tenía dos opciones: bajarse de la bicicleta y caminar por la banqueta, o usar uno de los carriles centrales de la avenida. De hecho, el reglamento señala en su artículo 18 que los ciclistas urbanos -como yo lo soy frecuentemente, ya les he contado– tenemos derecho a usar un carril entero, el de la extrema derecha, en caso de que no haya ciclopistas.
Pero no: el ciclista -que dice que nuestras críticas le valen porque «ya está muerto por dentro» dice que es más seguro usar el carril del Metrobús. Aunque explícitamente lo tiene prohibido. Y si bien más de 200 personas le dieron «me gusta» a mi crítica -y a complementos que mandaron otros amigos-, al menos tres personas llegaron a quejarse de «la falta de empatía», de «la superioridad moral del comentario, como si nunca hubieras violado el reglamento» y de «la estupidez que es dejarle un carril entero a un autobús que no lo usa en todo momento». No, pues así no se puede.
Así que vimos que, al menos con el cinicociclista la ley no normó su conducta y que varios lo apoyan en la solución más cómoda, no la más legal o, peor aún, la correcta según el sentido común.
Austeridad y austericidio.
Ya les he señalado que estoy de acuerdo con la austeridad gubernamental. Pero que prefiero el enfoque de «gasto eficiente«: no es que deje de comprar todo, sino que haga lo que se tiene que hacer de manera correcta. Y sí: que se acaben abusos y dispendios. Eso está bien.
Pero en el extremo de la austeridad republicana que pregona el presidente, están llegando a la pobreza franciscana. Y, peor aún, a desarticular un gobierno en sus elementos básicos. Eso ya no es austeridad: es austericidio. Matarán instituciones, normas legales y hasta personas con esa actitud.
Por ejemplo: en el afán de ahorrar, han pedido que se cancelen los contratos de arrendamiento de computadoras y software, en al menos las Secretarías de Economía y del Trabajo. Y le piden a los empleados que lleven sus propias computadoras. Incluso, les ofrecen comprar las que tenían arrendadas las instituciones «a precios castigados». No, bueno. Además de la baja de sueldos y de tener que dar un «donativo voluntario» de hasta 25%, ahora tienen que comprar sus propias computadoras.
Pero hay una violación de la ley en ello: los datos de programas como «Jóvenes Construyendo el Futuro» o los padrones mineros, por ejemplo, ya no estarán en equipos oficiales, sino en equipos propiedad de particulares. Y tampoco tendrán los elementos de seguridad que pide la ley de protección de datos personales para ese tipo de información sensible. ¿Cuál es el efecto? Sencillo: se está violando la ley.
La autoridad no hace nada al respecto, porque le parece la solución adecuada para poder cumplir con el 75% de reducción de costos operativos que le han solicitado. No importa que para ello se incumpla la norma. ¿Para qué la queremos si va a estorbar las decisiones presidenciales?
Leyes: Resolver conflictos
El otro enfoque que nos queda en las leyes es para «resolver conflictos». Que la Ley diga quien tiene la razón. Pero aquí también tenemos manipulaciones e incumplimientos que dan miedo. Por ejemplo, ya se sabe que se trajo a Emilio «L» para que presente videos de cómo el gobierno pagó a la oposición para lograr las reformas estructurales de Peña Nieto. Pero ya se supo qué personajes aparecen en los videos, diciendo qué y haciendo qué. Incluso la revista Proceso de esta semana lo incluye en su portada.
Si eso se sabe, las investigaciones serán nulas por «violación al debido proceso» y todos los potenciales acusados podrán quedar libres, porque no se preservó su garantía de inocencia. Es lo legal, aunque sea injusto. Y peor aún, si se hace público por el propio gobierno con ganas de «ganar la batalla de la percepción pública», aunque pierda en los tribunales.
Y como ese caso, abundan los manejos legalmente incorrectos en aras de un fin político. Eso siempre ha pasado, pero destaca que ahora se hace de manera más torpe que antes. Por ejemplo, hay cierta dependencia que nombró como su director jurídico a una persona que no es abogado, sino literato con maestría en creación de guiones. ¿Qué creen? Que sus demandas ante tribunales están muy bien escritas… pero están perdiendo de todas, todas; apelan a la justicia en abstracto en vez de usar la ley para resolver conflictos y normar conductas.
Entonces, ¿Qué hacemos?
Nos urge recuperar la ley como un elemento que norme las conductas de los particulares, que fije las acciones del Estado y que resuelva controversias. Porque lo único que nos separa de naciones más ricas y prósperas es el Estado de Derecho adecdamente aplicado.
Es cierto que no es perfecto, pero es importante que se mantenga. Porque, de no hacerlo, agravará los problemas que, se supone, tiene que resolver. Y eso sí sería una auténtica transformación de la vida pública (y privada) de la nación. Ojalá lo entiendan pronto, que cada día que pasa se deteriora más y más ese concepto básico.
Imagen de hoy: Leyes por WilliamCho (Pixabay)