Los mayas anunciaron un cataclismo que destruirá al mundo el próximo año, según muchos. Los aztecas creían en el resurgimiento del esplendor nacional. ¿Quién tiene razón?
Cuando vemos el estado de la ecología nacional, con sus ríos y lagos desecados o contaminados, sus bosques destruidos, millones de jóvenes sin oportunidad de empleo o educación, con la inseguridad rampante, la riqueza acumulada en pocas manos y la pobreza agobiante en millones… Cuando vemos que a la gran mayoría estos problemas les dejan indiferentes, sea porque les preocupa más la supervivencia inmediata o cerrar el mes con las cuentas pagadas en sus mínimos, o porque su riqueza es tal que viven en un mundo de comodidades y placeres lejanos a la experiencia común de millones de compatriotas, es obvio que los mayas van ganando y la destrucción nacional -y del planeta- es inminente.
Cuando vemos los logros individuales, los inventos y experimentos, las empresas creadas y los campos trabajados; las exportaciones cuya calidad se reconoce en todo el mundo; el que seamos la 13ava. Economía mundial y que muchos expertos señalen que seremos potencia en 2050 considerando lo joven de nuestra población y nuestra cercanía con el mayor mercado del mundo, Estados Unidos de América… Cuando vemos los mexicanos que destacan en sus disciplinas y los resultados que traen; cuando el hombre más rico del mundo es un mexicano… pareciera que los aztecas vencerán y el esplendor del quinto sol saldrá adelante.
Cuando vemos que tenemos en el papel muchas de las normas más avanzadas del mundo, incluida la creación del Juicio de Amparo que defiende al individuo de los abusos del Estado, una república federal con división de poderes, que tiene entidades autónomas como el Banco de México, la Comisión Nacional de Derechos Humanos o el Instituto Federal Electoral que muchos países usan como referencia; cuando vemos que se ha logrado casi la cobertura universal en educación básica o la cobertura universal de salud, tal parece que los españoles y su énfasis institucional dan estructura a ambas visiones.
Porque también tenemos una presidencia impotente, diputados y senadores calificados como los peores funcionarios públicos; policías y jueces que los siguen de cerca en las malas escalas acusados de corrupción y fallas… un amplio desperdicio de recursos monetarios, humanos y materiales. Y la incapacidad de cambiar cosas realmente fallidas de nuestra sociedad. También aparentemente de nuestra herencia española.
A final de cuentas, no hay fatalidad en las decisiones. La destrucción o la mejora de México pasa por nosotros y está en nuestras manos. Pero para lograrla, hay que reflexionar y actuar. Los mayas o los aztecas somos nosotros. El cataclismo o el despertar del quinto sol es nuestro.
(Fragmento del capítulo 2 del libro colaborativo «El Otro Festejo del Bicentenario». Te invitamos a comentar esta sección o a participar en el proyecto completo. Inscríbete sin costo vía correo electrónico dándote de alta AQUI)